Vitoria. "La vida es una cárcel con las puertas abiertas", cantaba Calamaro en Media Verónica. La música también es un factor fundamental en el libreto -y en el montaje- de La espera, última producción de Hortzmuga Teatroa, que llega esta noche, a las 20.30, al escenario del centro cívico Hegoalde dentro del ciclo Jim Aktual. Y, como en el verso del cantante argentino, la obra escrita por Josu Montero reflexiona, con trazo poético, en ese umbral que separa la vida y la muerte.

Tres actores -y un músico- conquistan la escena en una historia de roles al límite. Mientras Arantxa Goikoetxea se mete en la piel de una presa a punto de ser liberada, Joseba Apaolaza es un músico retirado, consciente de que transcurren los últimos momentos de su intensa vida. Es en ese umbral, y en un mismo espacio escénico -doble celda- donde ambos coinciden, con una Gurutze Beitia que une mediante varios personajes el hilo de estas dos historias convergentes.

Raúl Cancelo dirige una pieza que, "aunque ha cogido dos vidas al límite, al final habla de la vida en general", apunta Goikoetxea, sorprendida por la capacidad de conmoción del texto, por su densidad. "Desde un chaval de veinte años hasta una señora de sesenta, los dos se emocionan de igual manera". Para Gurutze Beitia, el montaje supone la caída de un estereotipo. "Pocas veces han contado conmigo para dramas y la verdad es que es una gozada emocionar", explica la actriz, principal encargada de derribar la cuarta pared, sello clásico de Hortzmuga. "Mi personaje es una especie de chamana que enlaza los dos derroteros de la historia y, a la vez que relata, lleva al público de la mano, sin dejar de relatar la historia de los otros y la suya propia".

Convertida en madre, en enfermera, en carcelera, Beitia ejerce de eje de las dos historias, catalizando recuerdos, pensamientos y sueños de dos espacios al límite, la celda y la casa perdida junto al mar. Por un lado está la salida de la cárcel del personaje de Arantxa, para el que "después de quince años, la libertad es algo muy preciado, pero no deja de ser un precipicio, un salto al vacío". Por otro, la inevitable muerte del de Josean, "un músico que ha sido lo mejor en lo suyo y que ha vivido al límite", relata también la actriz de Hortzmuga.

El saxo de Alain Sancho, que completa la puesta en escena en directo, es la última nota de un engranaje repleto de referencias al agua, de pasajes líricos, de retos al destino, de conflicto interior. Un producto con label vasco que se mueve entre el carpe diem y el fatalismo, que levanta sobre las tablas imágenes y monólogos difíciles de olvidar, entre la claustrofobia de la vida y la liberación de la muerte. O viceversa.