Vitoria. Parece propicio, viviendo en uno de los Estados que se sitúa en el top mundial del comercio bélico, acercar a las tablas del Principal una pieza en la que se denuncia el cinismo de las empresas armamentísticas. Si, además, lleva la firma de un grande del libreto teatral como Arthur Miller, miel sobre hojuelas para un espectador, el gasteiztarra, que podrá disfrutar hoy y mañana, a las 20.30 horas, de la obra Todos eran mis hijos.
El Teatro Principal ya ha disfrutado de varios Millers. Por eso sabe que se trata de un día grande. Máxime cuando se trata del primer destino de una gira que deja el Teatro Español de Madrid para sumergirse en la itinerancia peninsular, para curtirse un poco más de escena en escena y permitir a públicos diversos disfrutar de ese estilo inigualable con que dialoga Miller. Sí, aquel que estuvo casado con Marilyn.
Estrenada en 1947, la pieza permaneció en la cartelera durante todo un año, recibiendo en 1948 el Premio de la Crítica del Círculo de Nueva York. Ahora, más de seis décadas después, su discurso sigue vigente, y su forma recae en manos de un director -además de actor, dramaturgo y docente- que maneja con peculiar pulso el lenguaje de las tablas, Claudio Tolcachir, que repetirá al día siguiente en Gasteiz con la obra Tercer cuerpo.
Nueve intérpretes dibujan el elenco de Todos eran mis hijos, que reúne a dos grandes nombres de la escena. Carlos Hipólito y Gloria Muñoz comparten escena con los talentos in progress de Fran Perea o Manuela Velasco, siempre en manos de un Tolcachir que dejó buenas vibraciones en la anterior edición del festival con La omisión de la familia Colleman.
"Todos eran mis hijos es una de esas maravillas de Miller que nos hacen volver a cuestionar los valores más básicos de una sociedad que parece haberlos olvidado hace mucho", afirma el director. "Y si bien la época en que transcurre nos remite al pasado, el debate moral al que nos somete nos coloca irremediablemente en el presente". Con toda esta escenografía de detalles, la pieza que hoy atraca en la capital alavesa promete un telón más que suculento.