Una cábala. Marcos y usted se conocieron en clase. Coll y Costa. Eran compañeros de pupitre...

No, Marcos es dos años mayor que yo. En el colegio yo iba con mi pandilla, con su hermana... Santiago de Compostela es un sitio muy pequeño, nos conocemos todos. Empezamos a hablar de Chuck Berry, de Little Richard, y un día le dije "me paso por tu casa". Allí tenía un montón de discos. A partir de ahí siempre quedábamos para escuchar música, para hablar de los discos que te habías comprado. Entonces era diferente. Te comprabas un disco y era para todo el mes.

O para dos meses...

Ponías la cara A del vinilo... Y después te la volvías a poner, porque la cara B la dejabas para el día siguiente. Hoy en día le das a un botón y se descarga toda la obra de ese artista. Al final la canción no se escucha. Escuchas los cinco primeros segundos y "bah, no me gusta, siguiente". La música así no se puede escuchar. Está claro.

¿Y cuándo cogieron la guitarra -las cuerdas vocales- y la armónica?

Bueno, yo tardé en sacar las cuerdas vocales. Yo era el guitarrista de la banda, Conwy -que es nuestro amigo del alma- era el cantante, Palmiro -mi amigo íntimo desde niño- tocaba el bajo, Julián en la batería. Era el clásico grupo de amigos y se llamaba la Red Blues Band. Así es como empezamos, y la verdad es que fue todo un poco repentino, porque a las dos semanas de estar ensayando teníamos un concierto. Salió, por supuesto, horroroso, pero fue un principio. Teníamos claro que queríamos hacer este estilo. Ya estábamos enganchados por la música afroamericana.

El primer concierto, mejor quitárselo cuanto antes...

(Risas) Cuanto antes, mejor.

Y ahora, vida clásica de bluesman, de lado a lado...

Para nada. Ya ves que yo estoy en el notario (risas). No tiene nada que ver. Eso es lo que siempre nos preguntan. ¿En qué os parecéis a un bluesman? Pues sencillamente en que nosotros tocamos su música, pero parecernos no nos parecemos absolutamente en nada. No conocemos ni el racismo, ni la pobreza, ni el hambre, ni nada de eso, y ellos sí. Es por eso que hicieron este tipo de música, y es por eso que es tan expresiva y tan cercana, porque habla de las cosas cotidianas. "Nadie me quiere, no tengo un duro y estoy en la calle". O "mi chica me ha dejado y estoy deprimido". Me identifico más con las del amor, por supuesto. Son problemas que pueden tener mi abuela o tu tío.

¿Cómo acaban por Berlín como centro de operaciones?

Yo estoy a medias entre Santiago y Berlín. Berlín fue todo un cambio, porque nos hizo ver desde otro punto de vista. Alemania es un país con una tradición de blues, rock&roll, jazz, funky... Siempre estuvo más cerca de la cultura americana. Llegas allí y ves una orquesta de pueblo -como la pachanguita de aquí que te toca el venao- tocando Little Richard... Es que ése es el estilo de música que quieren escuchar. Y te agrada porque, claro, te dedicas a más o menos lo mismo. Es por eso que en nuestros conciertos en Alemania hay gente de todas las índoles. Gente joven, gente de nuestra edad, gente muy mayor.

Todo el mundo vive la música porque hay esa "educación" musical...

Es cierto que se le da un valor que España -aunque está mejorando muchísimo- aún no ha alcanzado. Ya no sólo digo el nivel de Alemania, sino de centroeuropa. Te vas a la República Checa o a otros y dan a la música la misma importancia que... a la literatura. Es una asignatura más, y muy importante. Una base que se nota, y más cuando te rodeas de esos músicos y ves un nivelón que alucinas.

¿Qué formación acercan a Vitoria?

En esta gira Chris Rannenberg no puede venir. Es una pena, porque teníamos la banda muy formada con el piano. Nos cambia un poco, pero, bueno, el cuarteto es un formato que dominamos. Es más poderoso, más lo que en Alemania llaman power blues. Con el piano se queda más Chicago blues band, la clásica, a lo Muddy Waters. Desde hace un año y medio estamos girando con Omar, un dj, un scratcher, y nos hace unas bases. La verdad es que estamos encontrando unos puntos muy curiosos con él. Se entromete con nosotros y llega a hacer cosas que a mí me ponen los pelos de punta, porque tiene una facilidad para adaptarse a la música que no es normal. Los djs suelen programar bien, hacer buenas bases, pero en el caso de Omar... Yo qué sé. Es un instrumento, es increíble lo que puede hacer este chaval.

No es una formación muy común en el mundo del blues...

No es lo más común, tampoco nos lo hemos inventado, pero yo creo que especialmente con nosotros, y especialmente Omar, creo que es una buena combinación. En esta gira es una pieza especialmente importante. El cuarteto nos gusta... Yo estoy contento.

El cuarteto, más Omar: quinteto...

Claro. El cuarteto más el maquineto (risas).

¿Le incluimos como instrumento?

Yo siempre le he tratado como un músico más. Es muy culto musicalmente, puedes llegar a hablar con él de música profundamente.

¿Curados de espanto de los escenarios o siempre hay algo de nervios antes de salir?

Bueno, la verdad es que, después de dieciséis años, pues... Sí, hay ciertos conciertos que te imponen más o menos... Ese gusanillo es el que te mantiene vivo, despierto. Y espero que nunca se me vaya. No es que me ponga nervioso, no es que me tiemble el pulso -ni a mí ni a ninguno de la banda-, pero hay ciertos conciertos que sí es cierto que te imponen más. Abrir para Chuck Berry, o para Solomon Burke... Sabes que tienes que hacer un buen show, porque después viene un maestro, una leyenda, y va a sonar mil veces mejor que tú. Por muy bien que lo hagas, la gente va a notar la diferencia. Pero que sea una diferencia natural, generacional.

Para cerrar el círculo -del vinilo-, ¿siguen quedando Marcos y usted para escuchar no sólo los cinco primeros segundos de los temas, sino para escuchar discos enteros?

Nosotros, antes que músicos, fuimos melómanos. Es una condición básica para esta profesión y eso no lo perderemos nunca. Cuando nos vemos... "toma, que te he grabado este disco, escúchalo". Hay que mantenerse abierto a otros estilos, porque somos músicos de blues, pero hay muchísimas músicas en el mundo y nos gusta de todo. No nos cerramos a nada. Tenemos una blues band, pero, a mí por ejemplo, me encantan el fado, la música brasileña. Cada uno tiene debilidad por ciertas músicas. El blues es a la que me siento más cercano, con la que, desde niño, me sentí identificado. Escuchaba los discos de Albert King y le decía a mi madre que yo lo único que quería hacer era sonar como él. Y poquito a poco -no es que yo busque sonar como él- he estado buscando junto a Marcos sacar nuestro sonido propio, pero está claro que nos influyen, y si conoces a Albert King podrás ver matices de él en mí, y matices de Walter Horton o Junior Wells en Marcos. Eso es lo bonito de la música, aprender y que no se pierda el legado que han dejado estos maestros, que sea un fenómeno viviente.