Arrancar una carrera cinematográfica con una película como Clerks es, como poco, toda una declaración de intenciones acerca del tipo de cine que uno quiere hacer: independiente, al margen de modas, con unos diálogos ácidos, cortantes, llenos de referencias cinéfilas y al mundo de los cómics. Y con personajes sacados de la tienda de al lado de tu casa, ésa en la que siempre hay dos zumbados pegados al mostrador que nunca compran nada.
Con ese comienzo, Kevin?Smith, que ese año ganó premios en Cannes y Sundance, dejaba claro que su cine no iba a ser de mayorías, pero que, asimismo, podría contar con una legión de incondicionales que le seguirían hiciera lo que hiciera. Algo que mantuvieron sus siguientes filmes, Mallrats, Persiguiendo a Amy (sin duda alguna su obra cumbre), Dogma y Jay y Bob el silencioso contraatacan. Cintas que conforman una carrera con altibajos. Su siguiente película, Una chica de Jersey , comedia romántica con tintes de drama, haría que perdiera el favor de su público, que no le perdonaba el hecho de rodar una cinta tan alejada de los patrones de las anteriores.
Un escollo que pudo salvar el pasado año con la a ratos hilarante, a ratos típica ¿Hacemos una porno? y en la que, por lo que ha trascendido de la misma desde el otro lado del charco, ha vuelto a tropezar con esta Vaya par de polis.
Este claro homenaje al cine de acción de los años 80 supone la primera vez que el realizador rueda con guión ajeno. Smith sigue a dos policías que arman un escándalo buscando un carísimo cromo de béisbol de 1952. En el camino deberán rescatar a una supermodelo mexicana y acabar con una organización de narcotraficantes.