Bilbao. Ella le define como una persona con carácter afable a la que nunca vio enfadarse. Julia Guridi, hija del compositor de Gasteiz Jesús Guridi, pone voz a las obras de su padre, tanto en la Sociedad Coral bilbaína como en el Coro y Orquesta de Cámara de Bilbao en los que participa. Ambos preparan actos para el próximo año, ya que se cumplirán 50 años de la muerte del músico vasco.
¿Cómo recuerda a su padre?
Cuando él murió yo tenía 26 años. Le recuerdo con un carácter buenísimo, no le oí enfadarse nunca. Seguramente se llevaba disgustos, pero no lo decía. Mi madre se murió cuando yo tenía 11 años, muy joven. Nos dejó a todos muy pequeños. Mi madre tenía más carácter, pero mi padre era un buenazo. A veces tendría que haberme castigado. Él tenía la ilusión de que todos estudiáramos algún instrumento, pero entre el colegio y otras asuntos nos fuimos poco a poco escaqueando. Yo estaba harta de oír el piano en casa, y escogí el violín. Me pareció más original porque en mi casa se oía mucho el piano, pero era muy vaga. Nunca me castigó. Era una persona que no veía la maldad, creía que todo el mundo era buenísimo. Nosotros andábamos muy libres y, a la hora de los estudios, he sido vaga.
Siendo compositor, ¿intentó introducir a sus hijos en el mundo de la música?
Bueno, muchas personas cuando en su casa no han sido músicos, se empeñan en que sus hijos lo sean. Nosotros habíamos nacido con ella. Mi tatarabuelo era Ledesma, así que vengo de músicos. De hecho, mi abuela fue la que introdujo a mi padre en ella, empezando por el piano a los cuatro años. Era una cosa normal, como hablar de algo corriente y habitual. Él tenía la ilusión, y yo también con el violín, pero le fallé. Era una vaga. Fui haciendo los cursos pero los llevaba mal. Ahora me pesa. Tengo piano y violín pero, una vez que se murió, no volví al conservatorio. Yo me daba cuenta de lo floja que iba. En séptimo hay que trabajar mucho, y cada vez que tenía la clase y tenía que subir al estrado no dormía la noche anterior. No estudiaba. Ahora con la edad tengo amor propio, cosa que antes no tenía. Cuando no sé una cosa, la estudio.
¿Le hubiese gustado que sus hijos también compusieran?
Sí, o por lo menos que hubiésemos estudiado lo que yo empecé. Un día me dijo que el profesor le había dicho que yo estaba a cero. Tenía 10 años. Ahora me arrepiento muchísimo. La verdad es que no estudiaba nada. Ahora, si volviese al pasado, estudiaría todo: piano, violín, trompeta... lo que sea.
¿Qué han heredado de su padre?
Desde luego que un buen oído. Lo tenemos todos, los seis hermanos, una audición increíble. Sobre todo, un hermano mío tocaba el piano de forma impresionante sin haber estudiado música, y otro habría sido un gran compositor si hubiese querido. Una de mis hermanas ha sido directora de coro y ha estudiado piano. Mis nietos, de momento, parece que también tienen muy buen oído. Uno de ellos, que tiene cinco años, empezó violonchelo el pasado año, y todos mis hijos, que tengo cinco, tienen buena audición. Los genes de mi padre han cumplido.
¿Suele contar anécdotas de su padre?
En petit comité sí, pero no a todo el mundo.
Si tuviese que elegir una de sus obras, ¿con cuál se quedaría?
Me entusiasma una obra que para el gran público no es la más conocida: el Cuarteto número 2 en la, que es el segundo que escribió. Fue Premio Nacional de Música. Luego, por igual, El Caserío y Las 10 Melodías Vascas, que son preciosas.
¿Cree que, a la hora de componer, era un perfeccionista?
No lo sé, pero creo que sí porque no escribía a todo correr. Para hacer una cosa perfecta tienes que trabajar mucho, y él no lo hacia con prisa.
Desempeñó los cargos de director de la Sociedad Coral de Bilbao y del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, entre otros. ¿Le preocupaba la enseñanza de los más jóvenes?
No lo sé. Cuando estaba en la Sociedad Coral él aún estaba soltero y yo no había nacido. Sin embargo, he visto fotos y, cuando hablaba de ello, se notaba que guardaba un buen recuerdo.
Su padre siempre utilizaba como fondo la canción popular vasca, ¿qué añadía él de especial?
Toda la instrumentación. Mete instrumentos de forma que rellena los temas. Las 10 Melodías Vascas son de temas populares, y él los viste. Da una gran riqueza instrumental. Era un maestro y un genio en ese sentido.
Estudió en la Schola Cantorum de París, a la que era muy complicado acceder.
Sí, allí era muy difícil que te admitieran. Estuvo con Usandizaga y se hicieron muy amigos, pero era un sitio en el que se exigía bastante. Requería mucho aprendizaje, aunque mi padre tuvo una enseñanza muy buena.
¿Le parecen necesarios los homenajes que le van a dedicar a su padre?
En cierto modo sí. Más que nada para que la gente siga recordándole. De todos modos, yo diría que también es justo dada su carrera.
¿Esperan que mucha gente se acerque a los actos preparados, de momento, sólo en Bilbao?
Si es a El Caserío, por ejemplo, sí. Ésa es una pieza que por mucho que la escuches sigue gustando. Sin ir más lejos este fin de semana se ha ofrecido en el Teatro Campos Elíseos y, no sé si es que también la gente quiere ver el teatro pero, se vendieron todas las entradas.
Es una forma de mantener vivo el recuerdo de Guridi.
Sí, y si en el aniversario de los 50 años de su muerte no se le homenajeara, nos sentaría mal a mí y a todos mis hermanos. De momento, en todos los conciertos que demos en el Coro y Orquesta de Cámara de Bilbao incluiremos siempre algo de Guridi, pero durante todo el año. La coral también hará muchas cosas, pero todavía lo estamos preparando.
¿Le hace ilusión?
Mucha. Nos parece estupendo que se le hagan homenajes si están bien hechos. Fue muy querido. En Gasteiz tienen una placa donde vivió, en la calle Florida. La verdad es que siempre se han portado muy bien a pesar de que no vivió allí muchos años. Allí es hijo predilecto y, aquí, en Bilbao, hijo adoptivo. Tengo un montón de cosas en mi casa, incluso medallas y condecoraciones.
¿Y si se hicieran versiones modernas de los temas de su padre?
No le va mucho. Normalmente la música es una afición un poco elitista. Se hereda de padres a hijos. Es necesario que alguien les acerque a los niños a ella. De la nada es difícil que te guste y también se da muy poca educación musical. La música siempre ha sido la hermana pobre.
Si volviera atrás, ¿cambiaría algo?
Sería otra persona. Tendría las mismas caídas, pero ¡qué vida más tonta he hecho! Ahora aprovecharía y estudiaría música, sin duda.