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Focusin extiende receta

Íñigo, Víctor y Carlos sintonizan en largo. "Easy go, easy come" enhebra en su dial coordenadas indie y ritmos electrónicos. Todo servido con atmósferas de pop íntimo. El trío vitoriano da una pequeña vuelta de tuerca a un sonido en la onda más actual.

EL seguidor medio de ese icono mediático que son Los Simpson reconoce al primer bote el juego con el bautismo de la banda. Aquel medicamento que alteraba hasta la apoteosis de la gamberrada al ya de por sí inquieto Bart sirve para identificar a una banda gasteiztarra que, al contrario que el niño de Springfield, sigue creciendo. Lo hace ahora con su primer larga duración -tras el debutante EP SpaceDog-, un compendio que muestra su progresivo acoplamiento y su voluntad de ir directos al grano.

"Los temas los compusimos en un mes", recuerda el bajista Íñigo Ruiz de Azúa, que en este estreno discográfico asume nuevas capas musicales, desde los sintetizadores hasta el plano vocal. Y es que muchas cosas han cambiado en Focusin desde aquel final de 2006 en que ingirió la primera pastilla. La energía bioquímica -y musical- fue directa al estudio. Recién estrenados en directo, en marzo de 2007 grababan ya con Hans Krüger, en Montreal Studios, sus primeros y autoeditados cinco temas. Público, crítica y sellos independientes empezaban a intuir que tras esos bolos y esos cortes se escondía una semilla de melodías y atmósferas.

Porque eso es lo que propone la banda vitoriana, un cóctel de sensaciones, de bucles melódicos, que en este Easy go, easy come se aferra a baterías de baile primigenio y trance, a guitarras con riffs insistentes y a melodías sencillas, tendentes al languidecimiento íntimo. La mezcla entronca con el pentagrama contemporáneo de tantas bandas que se están dejando seducir hoy en día por la fusión de coordenadas indie y revisitada senda electrónica. Podría ser progresivo, si fuera rock. Pero aquí los cambios, la ida y vuelta del sonido, busca una raíz más esencial, donde el leitmotiv acaba siendo todo.

La progresión de Focusin, como buena parte de bandas, también ha variado sus efectivos. Tras la marcha de su cantante, a principios de 2007, Ruiz de Azúa, Víctor Alfaro (guitarra) y Carlos Pérez (batería) reconfiguran el escenario. "Estuvimos un año o así mirando cantantes, probando cosas", recuerda Íñigo, que finalmente se colocó frente al micrófono y trató de extraer una vertiente vocal que al final ha sido la escogida para guiar la combinación de partes instrumentales melódicas y ritmos bailables.

"La verdad es que es un sonido bastante propio", asegura el guitarrista Víctor Alfaro. Y no sólo lo piensa él. Focusin consigue, para bien o para mal, lo que muchos grupos buscan, sonar a ellos mismos, algo ratificado por quienes les siguen la pista desde hace más de un lustro. Pero, claro, la banda no niega las huellas que dejan sobre ellos otros proyectos actuales, "influencias de música electrónica, Daft Punk, Block Party...".

Un poso que se dejó notar hace poco más de un año, cuando entraron al estudio, de nuevo con Krüger (Delorean, Half Foot Outside...) para facturar su carta de presentación, que volverá a llevarles por la península. Y quizás a Milán, donde combinarán música y vacación. Es el primer paso de una nueva época en la que cuentan con la compañía de Aloud Music, que ha apostado por el trío gasteiztarra, que ha enfilado un camino directo por la senda del estribillo. "Hemos subido un peldaño", aseguran, mientras apuntalan una gira de presentación donde viajarán escoltados por el millar de copias de su estreno en el mundo del LP. Madrid, Barcelona, Galicia, Zaragoza y, claro, Gasteiz, donde también compartirán en breve su forma de entender la música. Una perspectiva muy ligada a una nueva onda, pero siempre desde su particular punto de vista. Focusin extiende receta.