Vitoria. La dieta antiTSC es difícil de seguir. Si uno ha probado su alma musical, siempre quiere un nuevo mordisco. Para satisfacer a hambrientos, la banda vitoriana The Soulbreaker Company coge el avión. En pocos días estará en Gales registrando el que será su tercer disco de estudio -previa maqueta-, un álbum en el que, sin dejar de lado todas sus influencias, virarán desde el toque progresivo hasta un trazo más psicodélico.

¿Para qué sacan billete a las islas estos seis rockeros gasteiztarras? ¿Qué quieren conseguir allende el Atlántico que no se pueda lograr aquí? Dos motivos originan la decisión. La pasión y el dinero. No piensen mal. No tiene que ver con el arrebato amatorio y la codicia. Es que a los mandos del aparato estará uno de sus mitos... Y, además, les sale más barato.

"Es que somos muy fans de Groundhogs", reconoce Johnny Moreno, cantante del grupo. Y da la casualidad que el bajista de esta banda -y de otras como Hawkwind, Amon Duul II-, Dave Anderson, será el encargado de guiar los mandos de la mesa de mezclas. Otros míticos nombres como Van Der Graaf Generator, Gong, Blue Cheer o Porcupine Tree son algunos de los últimos que han pasado por sus experimentadas manos.

Pero no sólo de pasión vive el músico underground. Es que, además, resulta rentable. "Otro motivo es el meramente pecuniario, porque nos sale grabar por menos de la mitad de lo que cuesta aquí cerca", reconoce Johnny, "y además se puede grabar de lunes a domingo y no tenemos que pagar estancia porque se puede dormir junto al mismo local de estudio, que es una especie de caserío, levantarte e ir directamente a grabar". Foel Studio es el nombre del baserri en cuestión, en pleno valle, en una tierra de castillos que podrán inspirar algún punteo de última hora.

Aunque todo está bastante cerrado. Es importante ir al estudio con los deberes hechos. Entre otras cosas, porque se paga por tiempo. Y la música llega musculada, en plena forma. Hasta Gales viajarán un total de catorce canciones, pero alguna ejercerá, probablemente, de sparring. "Siempre que hemos ido a grabar, alguna canción, por el motivo que sea, se ha quedado en el tintero. Grabar es un mundo, hasta que llegas no lo sabes, puede hasta que un tema crezca en el estudio... Eso sí, hay algunos que sabemos que irán seguro, pase lo que pase".

En el estudio se descubren cosas que en el local de ensayo o el directo pueden pasar desapercibidas. Aunque un músico casi siempre prestará especial atención a su parcela musical -aquí el ego está en perpetua pelea con la autoexigencia-, todos podrán captar, en inmejorables condiciones lo que hacen sus compañeros, lo que hace el grupo. "Y ahí, además del trabajo colectivo, cada uno tiene su propio trabajo individual", apunta Johnny.

Todavía no ha cogido surco. Todavía no ha elegido sus canciones, ni el orden que ocuparán en el disco. Pero The Soulbreaker Company ya intuye que su nuevo trabajo seguirá la onda del segundo, The Pink Alchemist, "pero menos progresivo y quizás más psicodélico". Habrá menos presencia de metales y más universo instrumental, aunque los temas, en general, no cruzarán la frontera de los cuatro minutos. Un disco directo que ha ido puliendo arreglos y cambios hacia la esencia rockera. "No tiene mucha paja".

Tras colocar buenas cantidades de copias de su segundo trabajo en países como Alemania, Italia o Portugal -y ser entrevistados por una radio de ¡Cleveland!-, el nuevo paso que ofrecerá este tercer disco será la salida a Europa, confirmada su visita a principios de verano a un festival bávaro y a tierras belgas.

"Se ha vendido mucho por Europa", asegura Johnny, que pone en el boca a boca una de las claves de esta diáspora. Por ello, la intención es no demorar demasiado la salida al mercado de este nuevo vástago de TSC, y que así pueda acompañarles en su periplo en directo. Ese viaje partirá en marzo. El camino romperá aguas antes, en Gales.