Con la muerte de José Mujica hemos recordado la importancia de contar con modelos de vida. Él nos dio lecciones sobre la necesidad de enamorarse de la vida o la de vivir con humildad y respeto a las personas y el entorno. Su muerte ha coincidido con la de otro hombre bueno, José Luis Sanz Irazu, y no importa que quien lea estas líneas lo conociera en vida o no, porque el ejemplo que ha dejado sirve para la humanidad entera. José Luis ha sido un hombre bueno, un hombre cuidador, que manifestó en vida que no quería funerales ni esquelas, porque él no necesitaba de ningún evento para sentirse importante. Sabía que lo era. Ha sido importante para su esposa, a la que ha cuidado diariamente, y a la que ha acompañado siempre a tomar vinos y a cenar en las épocas en las que otros hombres dejaban a sus esposas en casa; ha sido importante para sus tres hijas, cuyas carreras vitales ha seguido con celo y con libertad al mismo tiempo, respetando los caminos elegidos por cada una, pero siempre velando, orgulloso, por ellas; ha sido importante para quienes fueron sus amigos y para toda su familia. Una familia amplia que él se encargó de unir, siempre organizando comidas y meriendas, cocinando para todos y todas. Ha sido un hombre cuidador y cuidadoso, de los que necesitamos con urgencia, y ha sabido irse elegantemente, como se van únicamente quienes saben que han hecho bien su trabajo, que han dejado un aprendizaje profundo en los demás, que su manera de ver la vida seguirá viva. Ha pedido descansar para siempre en su querida Legarda. Allí, junto al tejo, el árbol de la inmortalidad, su familia y sus amigos cuidarán de su memoria como él cuidó de todas las personas que se acercaron a su vida. Siéntate, qué quieres tomar. José Luis, te recordaremos siempre así, ofreciendo lo mejor de ti a toda persona que se acerque a tu casa. Gracias por recordarnos que se puede transformar el mundo con pequeños gestos. Que no hay nada más revolucionario que la bondad y el buen trato.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
