Aunque empiezo a no acordarme de lo que he hecho hace unas pocas horas, conservo en bastante buen estado de revista la memoria a medio y largo plazo. Y, cuando me entran dudas y necesito confirmar un dato, recurro a la hemeroteca. Lo hice ayer, después de que el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, afirmara en una entrevista radiofónica que “nadie en este país está defendiendo la vía de la unilateralidad hacia la independencia”. Puede que esa frase concuerde con varias de las últimas actitudes de su formación, pero yo diría que hasta ahora no se había expresado así. Lo más aproximado a esa idea fue lo que dijo el propio Otegi en los albores de la campaña para las elecciones vascas, cuando nos sorprendió confesando que la coalición soberanista no tenía un especial ansia por lograr la independencia.

Sobre la unilateralidad no había dudas. Repasando cualquier entrevista o declaración de, por ejemplo, la época del procés –no digamos ya de antes–, comprobamos que el líder de Bildu abogaba por la vía unilateral como único camino posible hacía el ejercicio de la soberanía plena. Cualquier otra fórmula se veía como una pérdida de tiempo y se criticaba con dureza a quien la propusiera. Así que estamos ante un cambio estratégico de calado. Por eso resulta curioso el modo en que lo comunicó Otegi, dando por hecho que todo el mundo estaba al corriente de la ciaboga y casi aparentando que la actual es la postura histórica de la formación. Ya no digo que se reconozca que se ha caído en la cuenta del error y se ha rectificado, pero sí que se expliquen los motivos por los que se ha llegado a la conclusión de que la unilateralidad no conduce a la independencia del pueblo vasco. Por lo demás, procede que demos a Otegi (y entiendo que a toda su coalición, también a Sortu) la bienvenida a esa política antes llamada tibia y que ahora resulta pragmática. Lo escribo sin el menor atisbo de ironía.