Es posible que, estos días atrás, no hayan tenido noticia sobre un informe titulado “Los servicios sanitarios en las comunidades autónomas”. Nada que deba sorprendernos en nuestra jaula de grillos que solo cantan catástrofes y desastres. Si, por algún casual, la investigación hubiera situado al sistema de salud vasco como el segundo peor del Estado, pueden tener la certeza de que la mala nueva se habría propagado por tierra, mar y aire. Pero miren por dónde, lo que se recoge es que las dos comunidades con mejor atención sanitaria son Navarra, con 106 puntos de valoración, y la CAPV, con 105. Para que se hagan una idea, en el vagón de cola nos encontramos a Madrid (79 puntos), Murcia (78), Baleares (77), Andalucía (66) y Valencia (62). Ya ven que la distancia es sideral.
Por si piensan que el estudio lo ha hecho algún gabinete amigo, me apresuro a explicar que la autoría es de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública. No creo que nadie pueda sospechar ni de su independencia ni de su altísimo nivel de exigencia a los gobiernos sobre la materia de la que se ocupan. De hecho, y para decirlo todo, la conclusión general que extraen de su trabajo en la actual edición es que la media de calidad sigue bajando de forma alarmante. Es algo que se ve en que la nota máxima está a 37 puntos de los 142 que marcarían la excelencia. Supongo que jamás ninguna comunidad ha rozado tal guarismo, pero sí es evidente que todos los sistemas públicos de salud han vivido tiempos mejores.
Nada más lejos de mi intención que caer en la autocomplacencia ni en el recurso a relativizar porque hay otros que están mucho peor. Simplemente trato de apuntar la diferente vara de medir que se aplica en ciertas denuncias. A partir de ahí, lo que hay que hacer es aunar voluntades, dejarse de demagogias y ventajismos y seguir trabajando por uno de los pilares de nuestro sistema de bienestar.