Nos venían diciendo desde PNV y PSE que las negociaciones para reeditar el gobierno de coalición iban por buen camino y parece que era así. Ya tenemos la primera prueba tangible en el preacuerdo que nos dieron a conocer el pasado lunes bajo un título que es todo un ómnibus. Tomen aire: “Bases para el acuerdo para avanzar en bienestar, progreso, autogobierno y la transformación de una Euskadi global”. Ahí quedan enunciadas todas las prioridades que luego se desarrollan a lo largo de cinco puntos que contienen una treintena de prioridades de país para la nueva legislatura. En realidad, ninguna de ellas parte de cero, ni mucho menos. Cada una tiene las sólidas raíces del conocimiento y la experiencia de lo que ya se ha venido haciendo en los últimos años. Somos porque fuimos; seremos porque somos.
No hay casi nada en el documento que no lo haga susceptible de ser suscrito por cualquiera. Me cuesta pensar que alguna formación de las oposiciones parlamentarias o pancartarias no comparten que hay que seguir profundizando en las políticas sociales, mejorando nuestro sistema público de salud, luchando por la igualdad en todos los ámbitos o promoviendo medidas que favorezcan el acceso a la vivienda, especialmente a los jóvenes, por citar solo alguno de los compromisos adquiridos. Es verdad que quizá a algunas fuerzas todavía se les haga cuesta arriba lo de continuar “impulsando una memoria crítica del pasado, tanto histórica como reciente” que se refleja en el texto rubricado por jeltzales y socialistas. Y mucho me temo que también va a ser difícil plasmar la promesa de alcanzar un acuerdo para un nuevo pacto estatutario tanto en las instituciones propias como en las cortes generales que luego refrende el pueblo vasco. Algo me dice que consensuar este punto y los otros que abundan en la profundización del autogobierno han sido los más complicados de la negociación. Que estén ahí y se reflejen así es un triunfo.