Como les contaba por aquí mismo ayer, el director del diario que anda difundiendo los intercambios de mensajes entre Pedro Sánchez y quien fue su fiel escudero, José Luis Ábalos, se ha jactado, en lo que es una amenaza en toda regla, de disponer de cientos de miles (tal cual) de guasaps que se cruzaron los susodichos en diferentes épocas. “Si yo fuera Sánchez, estaría preocupado”, redondeó el aviso a navegantes el que ocupa el despacho que un día fue de Pedro J. Ramírez. Por lo que vamos viendo, de entrega en entrega –ya he perdido la cuenta de las que van–, el contenido de lo publicado va adquiriendo un cariz cada vez más delicado. Si en las primeras dosis había más ruido que nueces, con material de nula relevancia penal, si bien trufado de exquisiteces para el cotilleo y el estudio de la condición humana, en las más recientes se empieza a apuntar más cerca de la yugular. Por supuesto, siguiendo el manual de comunicación más básico, es de carril que lo que tienen que decir el Gobierno español y el PSOE es que no están preocupados, acompañando las palabras con la correspondiente cara de sota. Pero es evidente que, salvo que sean unos inconscientes, saben que tienen motivos para la preocupación. No solo por la parte de Pedro Sánchez, sino también por la de los miembros de sus diferentes gabinetes y ejecutivas del partido, o dirigentes de cierto relieve. Ahora mismo, cualquiera de ellos que se haya mensajeado con Ábalos debe de estar acongojado ante la posibilidad de ser el o la siguiente en quedar expuesto. Y sí, quedará el derecho al pataleo, es decir, la denuncia de una intolerable intromisión en la intimidad y la amenaza de emprender acciones legales. Eso también viene en el manual de comunicación que mentaba antes, pero, como no hemos nacido ayer, también tenemos claro que se trata de una exhibición de cinismo del nueve largo largo. No recuerdo que cuando se reveló el célebre “Luis, sé fuerte”, de Rajoy a Bárcenas, nadie viera otra cosa que interés informativo.