La repetición ad nauseam de ciertos ceremoniales no consigue que uno se acostumbre a presenciarlos. A estas alturas, no debería causar sorpresa que esta o aquella otra instancia judicial española tumbaran una decisión política que incidiera en el legítimo derecho al autogobierno. Sin embargo, reconozco que me quedé con los ojos como platos al recibir la noticia de que el Tribunal Supremo –ni siquiera el Constitucional, qué devaluación– se había cargado el traspaso de la competencia de Tráfico a Navarra. El asombro creció al enterarme de que el fallo respondía a un recurso interpuesto por una asociación “profesional” (risas enlatadas) de la Guardia Civil que no calificaré porque, como bien sé por sus émulos de txapela roja, podría buscarme un lío. Que la propia presidenta de la demarcación foral recibiera, según confesó, la noticia por la prensa igual que yo es otro detalle para subrayar.

Bien es cierto que mi asombro tuvo una explicación racional al encontrar, allá por la línea 156 del teletipo, el nombre del ponente del fallo en las dos principales acepciones de la palabra: José Luis Requero. ¿En serio? Sí, ese mismo José Luis Requero al que tengo fichado como articulero pluscuamderechista del diario La Razón. Es terrible que en este país de países se vea como algo natural que quienes toman decisiones jurídicas sobre cuestiones muy delicadas tengan barra libre para adelantar sus opiniones (o sea, sus prejuicios) en medios que se dicen de comunicación.

Y todavía es más terrible que sus textos sobre papel oficial con membrete del tribunal correspondiente sean del todo indistinguibles de sus diatribas en la prensa del ultramonte. ¿Qué otra cosa iba a decir Requero sobre la asunción de Navarra de las competencias de Tráfico sino que se trata de una expulsión encubierta de los heroicos beneméritos del territorio foral? Separación de poderes, hay que jo...