En un mundo cada vez más saturado de información y ahogado por el fatuo entretenimiento, puede parecer asombroso que una simple canción, aunque pueda ser cuestionada por su calidad musical, aún tenga la capacidad de desatar un revuelo significativo y actuar como una chispa que encienda debates y polémicas debido a otras cualidades extramusicales.

Nos referimos, por supuesto, a la canción que representará a España en el festival de Eurovisión bajo el título Zorra. Esta canción ha desencadenado agitados debates tanto en las redes sociales como en la esfera pública. La elección del título y la letra de la canción, que reivindica el término “zorra” como un símbolo de empoderamiento femenino, ha generado reacciones encontradas. Mientras algunos la perciben como una afirmación audaz de autenticidad y liberación, otros la critican como inapropiada u ofensiva. Mientras algunos la ven como un himno feminista, otros la consideran misógina y machista. Para estos últimos, Zorra es un despropósito y un insulto verbal hacia las mujeres.

Una vez más, como escribía Ramón de Campoamor en su poema de 1846 Las dos linternas, “todo es según el color del cristal con que se mira”. Esta divergencia de opiniones refleja el poder de la música para “agitar avisperos”. Pues las canciones pueden transmitir mensajes provocativos que resuenan de manera diferente en distintas audiencias, incluso de forma contraria. Además, la música se nos revela como un espacio para airear temas que de otro modo podrían pasarse por alto. Y cada cual se retrata a la hora de indignarse o posicionarse ante ellos. Sin embargo, es importante reconocer que a veces estas discusiones responden también a la necesidad de generar controversia para aumentar la atención mediática o conseguir mayores audiencias.

En el caso de Zorra, la canción no solo es un tema pegadizo, de dudosa calidad artística, dicho sea de paso, sino que también se convierte en un catalizador de conversaciones significativas sobre el empoderamiento femenino, la identidad de género y el lenguaje. Al desafiar las convenciones establecidas y reclamar un término cargado de connotaciones negativas como propio, Nebulossa ha puesto de manifiesto el potencial revulsivo y agitador de la música como una forma de expresión social y cultural, popular y fácilmente entendible.

Finalmente, es interesante destacar la edad de María Bas, la vocalista principal de Nebulossa, quien tiene 55 años. Esta revelación desafía las convenciones de una industria de entretenimiento que a menudo valora la juventud por encima de la experiencia. La presencia de Bas en el escenario es un recordatorio de que la edad no es relevante a la hora de transmitir y comunicar, y su participación agrega una capa adicional de significado a la canción. María Bas habla de ella y de la generación de mujeres a la que pertenece: Estoy en un buen momento (zorra, zorra). Reconstruida por dentro (zorra, zorra). Y esa zorra que tanto temías se fue empoderando.