Tiene que echarse uno a cara o cruz si llorar un océano o carcajearse hasta que se le descoyunten las mandíbulas cuando oye al inmaculado candidato de EH Bildu a lehendakari pontificar que debe gobernar la lista más votada. Porque es verdad que esta mandanga es más vieja que las cuevas de Santimamiñe, pero también lo es que, si nos ceñimos a la época más reciente, quien más ha hecho bandera de ella es el fallido mesías del PP, Alberto Núñez Feijóo. Ni con la mejor de las intenciones es posible evitar la comparación entre las matracas que nos dio el gallego tras las elecciones de julio de 2023 y las teóricas que nos anda largando estos días el fiel delfín designado por Arnaldo Otegi. Lo siguiente, como ya han dicho cuatro o cinco comentaristas jocosos, será que diga que no es lehendakari porque no quiere.
Es verdad que el asunto pide que nos lo tomemos como guasa, pero, a poco que tengamos el colmillo retorcido y conozcamos el percal, caeremos en la cuenta de que esto no va de humoradas sino de un puñado de otras cosas. De entrada, de falta absoluta de principios. Los mismos ideólogos aviesos que, no solo defienden sino que apoyan mayorías diversas para derribar la opción con más respaldos en las urnas –España, camisa blanca de mi esperanza– son los adalides del derecho de pernada de la opción más votada. Sin explicar si se habla en votos o en escaños, que con el salomónico y un tanto (o un mucho) desequilibrado sistema electoral de la demarcación autonómica, es la trampa sobre la trampa.
Claro que el ardid mayor que contiene la presunta propuesta es ir espolvoreando la especie del sorpasso, moto averiada que ya venden ciertas encuestáculas de parte. Espero que a quienes tengan dos dedos de frente no es cuele.
Ya lo dije la última vez. Milei, Trump, Bolsonaro, Orban... tienen aquí otro apellido: Feijóo Otxandiano.