La Eurocámara ha aprobado este mes de enero una nueva directiva que prohibirá el uso de expresiones como biodegradable, climáticamente neutro, eco o bio, cuando no pueda demostrarse, y obligará a hacer más visible la información sobre la garantía y la durabilidad de los productos. El objetivo es proteger a los consumidores de prácticas comerciales engañosas.
La nueva norma, que todavía tiene que recibir la aprobación final del Consejo y luego publicarse en el Diario Oficial, y a partir de ahí los Estados miembros dispondrán de veinticuatro meses para incorporarla a su ordenamiento jurídico nacional, en mi opinión, es un paso más para cortar las alas al llamado lavado verde o greenwashing (en inglés).
El objetivo de esta nueva directiva, tal y como se ha explicitado, es proteger a los consumidores de las prácticas comerciales engañosas y ayudarles a elegir mejor sus compras, por lo que el etiquetado de los productos tendrá que ser más claro y fiable.
La nueva directiva también regulará el uso de las etiquetas de sostenibilidad, por lo que, en un futuro, la Unión Europea solo permitirá etiquetas de sostenibilidad basadas en sistemas de certificación oficiales o establecidas por las autoridades públicas. También prohibirá alegaciones de que un producto tiene un impacto “neutro”, “reducido” o “positivo” en el medio ambiente gracias a los sistemas de compensación de emisiones.
Esta iniciativa legislativa refleja una consciencia creciente de que un consumo responsable, una protección ambiental y unas prácticas comerciales éticas son cada vez más necesarias, lo que se alinea con el objetivo más amplio de crear una economía más sostenible.
Otro objetivo importante de esta nueva legislación es hacer que productores y consumidores pongan más el foco en la durabilidad de los bienes. Por ello, en el futuro, la información sobre la garantía deberá ser más visible y se creará una nueva etiqueta armonizada para dar más visibilidad a los productos con un período de garantía ampliado. Además, las nuevas normas también prohibirán las alegaciones infundadas sobre la durabilidad –por ejemplo, decir que una lavadora durará 5.000 ciclos de lavado si no es cierto en condiciones normales–, las incitaciones a sustituir los consumibles antes de lo estrictamente necesario –como suele ocurrir con la tinta de impresora, por ejemplo– y presentar los productos como reparables cuando no lo son.
De esta forma, esta normativa nos alejará de la cultura de usar y tirar, y permitirá que el marketing sea más transparente y luchar contra la obsolescencia prematura. Los consumidores podrán elegir productos más duraderos, reparables y sostenibles gracias a etiquetas y publicidad fiables. Pero, sobre todo, las empresas ya no podrán engañar a la gente diciendo frases ya típicas como las toallitas biodegradables, que se consumen ya por toneladas, y cuyos fabricantes afirman de que se pueden tirar por el retrete, cuando lo que provocan son enormes impactos como atascos en los sistemas de saneamiento (cloacas, colectores de aguas residuales y depuradoras), y diversos problemas en los cauces de ríos, embalses y el mar en general, porque contienen componentes plásticos que no se desintegran, convirtiéndose en una fuente de microplásticos, de los que se está hablando tanto estos días con el vertido de las bolitas de plástico (granza para fabricas plásticos) en la costa gallega, y que se ha extendido por el mar Cantábrico.
Pero, también, haciendo honor a la verdad, nos encontramos con empresas en Euskadi, como Papel Aralar S.A. en Amezketa (Gipuzkoa), que son fabricantes de sustratos celulósicos desde 1937, y llevan casi una década (2014) fabricando y vendiendo toallitas higiénicas desintegrables y naturales, con material biodegradable (biodegradable de verdad) y dispersable en agua, con 100% de pasta de origen natural y sin aglutinantes, que ni atascan ni contaminan.
Otra de las prohibiciones de la Unión Europea será en los sistemas de compensación de emisiones, como es el caso de las aerolíneas, que es un sector muy contaminante, que en muchas ocasiones se ha publicitado con frases como “paga un euro más y plantaremos un árbol para compensar nuestras emisiones”, cuando de lo que se trata es de no contaminar más. O, “sin emisiones en 2030”, las cuales tendrán que ser auditadas y deberán basarse en objetivos visibles y un plan de ejecución claro.
Otro tema de denuncia de lavado verde o greenwashing, como ya lo señalaba en un artículo publicado en este diario, es el caso de ciertos envases que vienen a decir que son reutilizables, o cuando menos reciclables, cuando en realidad van a parar a los vertederos o se incineran. Entre ellos están los envases multicapa, los tetrabriks o los envases hechos de PET coloreado o plástico opaco, que no encajan en una economía circular real porque su reciclabilidad es casi inexistente.
El tetrabrik es el caso más paradigmático de un envase multimaterial cuya complejidad impide su correcto reciclado. Aunque muchas campañas promocionales de Ecoembes vienen insistiendo en la necesidad de depositar este tipo de envase en el contenedor amarillo, la realidad es que no se puede reciclar íntegramente. Es un envase de la empresa Tetrapak con un diseño bastante complejo, del que solo se puede reciclar el papel, un 25% de cada envase es una mezcla de plástico polietileno y aluminio cuyo reciclado es inviable económicamente.
La CE y las diferentes autoridades nacionales han analizado en los últimos tiempos infinidad de afirmaciones relacionadas con el medio ambiente realizadas por diferentes empresas en su publicidad. De ellas, el 42% de estas resultaron ser “exageradas, falsas o engañosas, y podían considerarse prácticas comerciales desleales”. Además, en el 60% de los casos, las empresas que publicitaban sus proyectos como verdes no facilitaban ningún tipo de prueba accesible para respaldar sus etiquetas.
Ya es hora de poner orden con la confusión de tantas etiquetas engañosas, como toallitas biodegradables, vuelos neutros para el clima, envases multicapa o tetrabrik que se reciclan al 100%, y podríamos hacer una lista interminable. El greenwhasing está en todas partes, y que en toda la Unión Europea se hayan puesto de acuerdo con esta nueva directiva es positivo. Ahora bien, no es un camino de rosas, y habrá empresas que tratarán de usar mecanismos para eludir estas nuevas normas comunitarias. Aunque me parece que algunos productos que se anuncian como neutros o amigables con el medio ambiente, sin emisiones o reciclables al 100%, van a tener los días contados, y no van a poder seguir tomando el pelo al consumidor.
Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente