Itziar Ituño puede contarme entre las numerosas y muy significadas muestras de apoyo y solidaridad que ha recibido y de condena de los ataques que ha sufrido –en las redes y fuera de ellas– tras su participación en la manifestación de Sare en favor de los presos de ETA en la que portó la pancarta con el lema Konponbiderako giltzak/Llaves para la resolución. Estos comportamientos contra la libertad de las personas, sean actores, payasos, músicos, periodistas o bertsolaris son inaceptables siempre. Di también mi apoyo, solidaridad y condena por los ataques que sufrió hace unos meses la cantante Kai Nakai por participar en una charla con la candidata del PNV a la Alcaldía de Gasteiz. Víctima, por cierto, que no recibió ni tantos ni tan destacados apoyos. Es más, ante la presión recibida –en especial, de la izquierda abertzale– pidió perdón y disculpas por haber hecho lo que hizo: charlar. Varios de los que protagonizaron aquel linchamiento ahora han corrido a denunciar el acoso a la actriz. La censura también va por barrios y popularidades. Al respecto de lo que le ha sucedido a Ituño, el cantante e intelectual a tiempo parcial Albert Pla ha indicado: “España es un país que sigue dividido entre los que creen que los que mataron a Carrero Blanco eran unos héroes y entre los que creen que eran unos asesinos”. Y zanja: “Yo creo que eran unos héroes”. No, Albert. La triste batalla hoy es entre los que creen que quienes mataron a otro Blanco –un tal Miguel Ángel, ¿recuerdas?–, a Buesa, a Ordóñez, a un cartero, a un taxista, a un peluquero, a un ertzaina, a un concejal eran héroes o asesinos. Las llaves (giltzak) abren y cierran puertas, no resuelven. La dirección de ETA tuvo en su poder las llaves del domicilio y del garaje del dirigente socialista Rodolfo Ares. No para “resolver”, sino quizá para que algún “héroe” utilizara esas llaves para asesinarlo o secuestrarlo. Y quienes tuvieron esas llaves reclaman ahora otras con las que abrir las puertas de las cárceles incluso al tristemente famoso Txapote, que ayer, sin atisbo de arrepentimiento, se negó a “participar” en su juicio por el asesinato de Manuel Zamarreño cuando el concejal del PP acababa de comprar el pan.