Muchas veces se dice que un buen amigo o amiga es esa persona que no te abandona en los malos momentos. Es así. Pero también es verdad que una amistad de verdad se demuestra en los buenos momentos, cuando te alegras de corazón de las alegrías de tu amiga o amigo, de que le vaya bien, cuando sientes cada cosa buena que le ocurre como tuya propia, como si te hubiese ocurrido a ti. Creo que ese es uno de los grandes termómetros de la amistad, porque a veces puede ser más sencillo consolar a alguien por sus desgracias que alegrarse sinceramente por alguien a quien le va bien. Creo que ese es uno de los muchos signos que nos permiten percibir una amistad de calidad, pero hay más. Las y los buenos amigos insisten. Si un día rechazas con un mensaje una invitación para quedar, por ejemplo, te llaman: quieren saber si estás bien, cuál es la razón por la que decides quedarte en casa e insisten un poco, conscientes de que quizá solo te faltaba un empujoncito de ánimo, de sentir que quieren estar contigo de verdad, para responder afirmativamente. Insisten también cuando no les ha gustado algo que has hecho o no lo han entendido. Huyen de juzgarte rápidamente sin intentar entender, quieren creer en ti ante todo, quieren entenderte, eso los diferencia. Y por eso, ante alguna actitud tuya que les desconcierta, en lugar de dar por buena una primera y única versión de los hechos, insisten. Un amigo o una amiga de verdad es quien siempre quiere creerte y entenderte, quien hace ese esfuerzo, quien te da siempre una oportunidad para explicarte, quien se muestra en disposición de escuchar tus razones. Y si estas no le gustan o no las entiende, te lo dirá con sinceridad y a la cara (otro signo de una buena amistad), sin juzgarte a la primera de cambio. Las buenas amistades son, ante todo, insistencialistas, también en la crítica sincera. Insisten, porque quieren entenderte, porque tienen fe en ti.