Edward Bernays es uno de esos ilustres desconocidos de la historia. Acaso porque fue sobrino de Sigmund Freud, quedaría sumido en la oscuridad de su célebre tío. El caso es que Edward fue publicista y periodista, activo a principios del siglo XX, e inventó la teoría de la propaganda y las relaciones públicas. Es cierto que bebió de las ideas de su ilustre tío, relacionadas con el inconsciente para la persuasión del “sí mismo” en el ámbito publicitario masivo. Propaganda, su libro más célebre, se publicó en 1928. Y su libro no sólo es la biblia de la publicidad, sino también, como su nombre indica, de la propaganda política.

Estableció las ocho etapas fundamentales de las relaciones públicas, que son: a) definir los objetivos, b) investigar a los públicos, c) modificar los objetivos para conseguir metas realmente alcanzables, d) decidir la estrategia a realizar, e) crear y desarrollar el mensaje, f) programar detalladamente la acción y la organización para ejecutarla, g) especificar el plan táctico y su programación temporal, y por último h) desarrollar las tácticas previamente existentes.

Bernays decía que la manipulación consciente e inteligente de las opiniones y los hábitos organizados de las masas desempeña un papel importante en una sociedad democrática. Quienes manipulan este imperceptible mecanismo social forman un gobierno invisible que es quien realmente dirige el país. Vamos, que ya está todo inventado.

A veces, alguien se salta el guion y podemos ver la cruda realidad. Hace meses, tras esas horribles imágenes de civiles ucranianos salvajemente asesinados por tropas rusas, John Kirby, secretario de prensa del Pentágono, dijo –con la voz entrecortada– que era muy difícil ver esas imágenes e imaginar que cualquier líder bien pensado, serio y maduro hiciera eso. Hace poco, enfrentándose a las imágenes de civiles matados en acciones militares en Gaza, el mismo Kirby dijo que la guerra es así, brutal y fea. Juzguen ustedes. l

@Krakenberger