Era la primera etapa de transición de la Vuelta y todo el mundo sabía que se iba a llegar al esprint. Fue un guion clásico el que se vio camino de Tarragona. Una fuga consentida, en la que estuvo Ander Okamika, siempre controlada por el pelotón y un final al esprint que se llevó Kaden Groves tras remontar a Sebastián Molano. Creo que hay que incidir en el tema de la fugas. En una etapa donde hay muchas probabilidades que la escapada llegue, las fugas cuestan kilómetros y muchos ataques para que se formen. Esas son las fugas de calidad, las que no se regalan. En jornadas en las que se espera el esprint, quienes entran en la fuga son ciclistas de equipos que no pertenecen al WorldTour. Eso se nota muchísimo y el pelotón deja hacer porque les tienen siempre controlados. Es curioso que esos minutos televisivos que antes eran superimportantes para los equipos por temas de publicidad parecen no interesarles a los equipos del Worldtour, que sólo miran a los puntos que da la UCI mientras que las formaciones más pequeñas buscan visibilidad. Para esta clase de etapas sería bueno premiar de algún modo a esos corredores de equipos más humildes. No sé exactamente cómo, pero tal vez se debería premiar con puntos UCI a los corredores por acumulación de kilómetros escapados. Podría ser un método para dar más interés a la etapa. El final en Tarragona era complicado y diseñado más para gente fuerte que para esprinters puros. El repecho era exigente. Sebastián Molano lo ha hecho bien. Aunque ha arrancado de muy lejos daba la impresión de que iba a conseguir la victoria. Sin embargo, el esprint se le ha hecho muy largo y Groves, que ha regulado mejor, ha remontado. Han sido los dos únicos corredores que han hecho la apuesta para ganar. El resto ha ido a hacer puesto.

El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk