Ni los intereses económicos, ni la estabilidad internacional del país o de las instituciones norteamericanas, parecen ser motivos suficientes para que los políticos renuncien a posiciones extremas y se abran al diálogo con quienes no piensan como ellos. Después de varios ciclos electorales en que las tensiones han ido en aumento, se muestran más interesados en el enfrentamiento que en el consenso y dispuestos a sacrificar su seguridad y bienestar económicos para que “los otros” no se salgan con la suya, o incluso para que no tengan ni voz ni voto.

En estas últimas semanas y días, la actividad política del país ha puesto de relieve lo irreconciliables que son las actitudes de ambos bandos.

Podemos fijarnos en tres cuestiones que emponzoñan la convivencia y el bolsillo de los ciudadanos: el Informe Durham acerca del supuesto apoyo ruso a la candidatura presidencial de Donald Trump, el presupuesto nacional para que el Gobierno norteamericano puede pagar sus facturas y el encausamiento de –nada menos– que del secretario de Justicia Merril Garland

Si empezamos con el Informe Durham, fruto de cuatro años de investigaciones a cargo de un fiscal independiente, ungido con todos los poderes para descubrir si, como acusaron desde el Partido Demócrata el presidente Trump, Rusia intervino en su favor para ayudarle a ganar las elecciones, el resultado ha sido tan sorprendente como decepcionante: los políticos de ambos bandos lo creen o no según su credo político.

Los republicanos lo ven como una prueba de los excesos demócratas con un claro abuso de poder, mientras que los demócratas lo rechazan y simplemente lo entienden como una maniobra republicana para desprestigiarlos.

Probablemente, desde fuera del país la gente vea este informe como una lucha interna más, pero no se puede olvidar que analiza hechos que influyeron en dos elecciones norteamericanas y que han comprometido la credibilidad sus centros de seguridad como son el FBI –de hecho es la policía nacional– así como la CIA, que debería encargarse de promover la seguridad internacional del país sin interferencias políticas.

Al margen de lo que uno pueda pensar sobre el partidismo o la imparcialidad del Informe Durham, lo que está en juego es la estabilidad de las instituciones del país.

Para enfrentar más aún a los seguidores de ambos partidos, una congresista republicana ha pedido el encausamiento de nada menos que el propio ministro de Justicia, Merrill Garland, a quien acusa de perseguir a los republicanos con fines políticos, al tiempo que ampara a sus correligionarios demócratas cuya corrupción no quiere ver.

En cuanto al propio Garland, no parece haber perdido el rencor contra los republicanos que le cortaron el acceso al Tribunal Supremo para el que le nombró el entonces presidente demócrata Obama: el Senado estaba entonces en manos demócratas y se negaron a considerar su candidatura alegando que las elecciones eran inminentes. La victoria de Donald Trump puso el ejecutivo en manos republicanas y cerró el camino de Garland.

Pero quizá lo más grave por las consecuencias inmediatas que puede acarrear es el debate por el gasto público. El Partido Demócrata no quiere dar su brazo a torcer a la hora de controlar el presupuesto, mientras que los republicanos se niegan a aumentar la deuda nacional.

No es que Estados Unidos no pueda pagar sus deudas, es que los legisladores no se ponen de acuerdo para aumentar los límites del presupuesto nacional. Estos impases presupuestarios son habituales cuando el poder se reparte entre dos partidos: para conseguir sus respectivas ambiciones políticas, ambos utilizan al máximo sus posibilidades

La sangre nunca ha llegado al río y Estados Unidos acaba por llegar a un acuerdo en el último momento y siempre paga sus deudas, pero el prestigio internacional del país sufre…. y también el bolsillo de sus ciudadanos. La última vez que esto ocurrió, la clasificación de la deuda pública norteamericana bajó de nivel, lo que encareció los tipos de interés para las operaciones financieras del país.

La situación es todavía peor hoy en día, pues Washington ya no tiene solamente un gran rival como fue otrora la Unión Soviética, sino dos, porque a Rusia se le ha añadido hoy la China, que trata de minar la posición de Estados Unidos en el contexto mundial.

Pocos norteamericanos creen que su gobierno no afrontará sus compromisos económicos, pero el teatro político se extiende hasta el máximo, en este caso el día uno del próximo mes de junio, en que oficialmente acaba el plazo para aprobar un incremento del gasto público

El presidente Biden, que se fue a la reunión del G7 con la cuestión pendiente, tuvo que recortar su programa para volver a Washington y seguir las negociaciones, mientras en la capital norteamericana continúa la cacofonía política Y es que, además de los desacuerdos habituales, el país va encarando el nuevo proceso electoral: falta todavía un año y medio para las próximas elecciones presidenciales, pero ambos partidos se preparan ya a repetir o recuperar el poder. Como siempre, por todos los medios a su disposición.