El horno ibérico provoca sofocos. Los ridículos políticos, también. En el caso de la pataleta del PP en Europa sobre Doñana, puro bochorno. Su alucinante acusación de connivencia del comisario de Medio Ambiente de la UE con el Gobierno Sánchez sobre la electoralista polémica del parque andaluz causa hilaridad. Bruselas podría empezar a cansarse de ser el saco de los golpes de una batalla encarnizada por el poder entre dos concepciones políticas antagónicas. Y en el caso de tomar partido, quizá hasta prefiera entenderse con quien menos dolores de cabeza le acarrea. En tiempos de alarmante sequía, con esa carencia de agua bajo el fundado riesgo de su cronificación, resulta agobiante por desalentador el nivel de tan mísero espectáculo.
Una vez que Génova ha fijado en su frontispicio de asalto “la derogación del sanchismo”, la guerra de guerrillas viene de suyo. Valdrá todo. Tampoco será muy diferente a lo ya visto hasta ahora, pero cualquier argucia tendrá hueco fácil. Rienda suelta al exabrupto. Feijóo otea más nubarrones en el horizonte de los que hubiera imaginado no solo al llegar a Madrid sino ahora mismo a pesar de un gobierno dividido en tres partes, un desgaste continuado del sólo sí es sí, o una izquierda progresista despedazándose a jirones. Por eso pide a su tropa que no se amilane, que golpee al rival. Sin recato: desoír a Europa sobre el desafío de Moreno Bonilla con Doñana; exprimir al límite el limón de la desautorizada Irene Montero; alentar las sospechas sobre el vertiginoso giro marroquí del presidente; pisotear las cifras macroeconómicas aunque los datos digan lo contrario. Aún así, el PSOE no dobla la cerviz ni un grado ante el 28-M y en el PP lo saben.
Sánchez ni se inmuta. Jamás se pone colorado por elevada que sea la temperatura ambiente. Ambidiestro con el palo y la zanahoria. Como ejemplo, para sacar adelante la primera Ley de Vivienda de la democracia recibió encantado el voto de su socio de referencia ERC, un partido de gobierno con competencia transferida en la materia, pero la víspera no dudó en advertir ante toda la Cámara de que todas las comunidades deberán atenerse a cumplir esta normativa por mucha competencia que les avale. Atentos a este más que probable conato de rebelión en muchas autonomías. En el caso de su trato a Rufián, cuando este se atrevió a criticar la deficiente gestión socialista en Cercanías de Catalunya, el presidente le afeo rápidamente diciendo que ya era hora de que empezara a ocuparse de la política a pie de calle. Sin embargo, esta herida de los trenes y sus retrasos seguirá sangrando. El riesgo de una previsible reprobación de la ministra catalana de Transportes sobrevuela para satisfacción del PP antes de las próximas elecciones de mayo, aunque lo instiguen los republicanos.
Ladran, pero Sánchez camina seguro de sí mismo, ignorando a sus rivales cuando no sacudiéndoles sin miramientos como empieza a acostumbrar con Feijóo en sus duelos tan desequilibrados en el Senado. Hasta tiene tiempo de ningunear a su todavía socio Podemos, apropiándose para sí del perfil social que impregnan algunas de las últimas iniciativas de gobierno. Por tanto, todo un hueso muy difícil de roer, a quien, para desesperación del PP, le aguarda un próximo calendario internacional de oro, incienso y mirra para su mayor gloria, la que siempre la ansía.
Mientras, en la Corte surgen jugosas distracciones mediáticas y sociales como la hija secreta del emérito en otro de sus desvergonzados capítulos vitales. También empiezan a moverse con soltura los tentáculos de un incipiente regreso a la capital de un lobby catalanista regenerado. Hasta se espera con cierta expectación la inmediata llegada del mandatario colombiano Petro al calor del futuro democrático (?) de Venezuela. Entretenimientos banales. Aquí, lo auténticamente importante es que sigue girando sin parar la ruleta de las encuestas del 28-M para agitar los estados de ánimo. Nada como contribuir mediáticamente a la indecisión de los bloques igualados. Sirva de muestra la Comunidad Valenciana donde los nervios acaparan la pantalla. Representa, sin duda, el epicentro del interés, muy por encima de la fuerza electoral que amarre Díaz Ayuso o el grado de descalabro sísmico de Podemos. No es una temeridad afirmar que la permanencia del pacto del Botánic agriaría hasta diciembre el carácter de Feijóo porque le segaría la hierba. El líder del PP tan solo podría resarcirse de semejante disgusto con una victoria estatal siquiera por un único voto de ventaja. Riesgo de sofocos.