celedona ya está aquí, con su debate en la maleta. La Comisión de Blusas y Neskas, en aras de la igualdad de género, presenta una lista de candidatas a sustituir a Gorka Ortiz de Urbina que, por primera vez, incluye aspirantes femeninas. Esto, por supuesto, ya ha levantado ampollas, porque tocar las tradiciones siempre es muy peliagudo. ¿Incluiríamos también en una lista futura, por ejemplo, postulantes de otra etnia? Respetando la intención, a mí, cambiar el sexo de un símbolo festivo ni fu, ni fa. Pero algo me dice que semejante transformación no será fácil en esta ciudad. Cuando me vine a vivir hace 24 años, no me incomodó que Celedón fuese una figura masculina, sino que las fiestas fueran el alarde de la testosterona. Los hombres integraban las cuadrillas de blusas. Ellos, desde su condición privilegiada, se consideraban el alma de la fiesta. Y los paseillos consistían en su propia exhibición. Como periodista, soporté más de una vez las tetatinas, que nunca fueron una leyenda urbana. En fin, yo flipaba con toda esa masculinización del festejo y sus tentáculos, no sólo desde el lado más crudo de posibles agresiones sexuales (desgraciadamente, las había y las habrá), sino desde el mero hecho de que, para existir, esa fiesta varonil estuviera sustentada (y en muchos casos apoyada y aplaudida) por la gran masa femenina que cocinaba, lavaba, planchaba, cuidaba de las criaturas… La postal ha cambiado con los años pero, nos guste o no, a veces sigue vigente. Celedón constituye un símbolo. Fue un aldeano que venía de farra a Vitoria y, en su época, sólo los hombres podían hacerlo. Por tanto, no estuvo tan mal escogido para representar las fiestas, ¿no? Así que entiendo la reivindicación de la figura femenina, también como símbolo. Ahí está la gran Zuridonna. Pero sospecho que la igualdad exige cambios más profundos que no nos atrevemos a abordar todavía.