A finales de marzo, el Tribunal Supremo inadmitía una querella de un partido político contra el vicepresidente del Congreso de los Diputados, que había llamado al orden a una diputada por emplear el término “filoetarras”. La decisión del alto tribunal se basaba en que “del llamamiento al orden y retirada de la palabra, cuestionada por los querellantes, fuere acertado o no, en modo alguno puede predicarse arbitrariedad en su adopción, ni carente de sustrato jurídico que lo explique; de modo que no integra conducta delictiva alguna”.

Cierto es que hay algo que se llama libertad de expresión, libertad que no es ilimitada. Hay supuestos legales que la limitan que nada tienen que ver con el caso que nos ocupa pero que ahí están. Y hay límites derivados del correcto y educado discurrir de un debate, que presumo que estarán reglamentariamente amparados en el Congreso de los Diputados.

Pero independientemente de todo ello, hay algo que se llama hechos. En mayo de 2018 ETA se autodisolvió como organización. Y pronostico que incluso el término filoetarra quedará, dentro de mayor o menor tiempo, en desuso en política. Básicamente porque dejará poco a poco de proporcionar réditos políticos. Incluso los votantes que ahora se ven atraídos por el uso de tal vocabulario dejarán de estarlo. Simplemente porque el tiempo pasa y habrá otros temas de actualidad más acuciantes reclamarán mucho más su atención.

Otra cosa que sí pervive y pervivirá es que quedan por esclarecer muchas injustificables violaciones y conculcaciones de derechos humanos básicos por parte de ETA y por parte de grupos parapoliciales. Y son muchas las denuncias de torturas aún por resolver. Y desde luego es de justicia que todo ello se esclarezca como es debido, respetándose así el derecho que asiste a todas las víctimas a la verdad, justicia, reparación y a la no-discriminación. Ese sí que es el reto que pervive y pervivirá.

@Krakenberger