El independentismo catalán ha engendrado un monstruo, y no es el procés. Es el radicalismo del todo o nada, del conmigo o contra mí, el salvapatriotismo que deriva en ideología y prácticas antisistema. Ver al líder de ERC, Oriol Junqueras –condenado por el procés y que por ello ha estado más de tres años y medio en la cárcel– teniendo que abandonar la concentración de ayer en Barcelona, expulsado literalmente por esa parte del independentismo al grito de “botifler” (traidor) muestra –y no es la primera vez y que temo que tampoco la última– que la semilla de la ponzoña ha arraigado. Se puede disentir de la estrategia de ERC, como de la de Junts y Puigdemont, pero no todo vale y ciertas actitudes no son de recibo. Eso no es la lucha por la independencia. Flaco favor se hace a la idea de la república catalana si quienes la reivindican utilizan métodos detestables. Sobre todo si los dirigentes de ese sector callan y justifican –cuando no jalean– estas actitudes. En realidad, lo de menos es la afección que esto pueda tener en la unidad de acción independentista, cada vez más desunida y con el objetivo menos claro. Lo más crudo es imaginar el futuro. El Estado español, el Gobierno Sánchez, tiene muy claro todo esto, y lo explota. Consigue poner la lupa y agrandar las contradicciones en ERC, como ayer organizando una cumbre hispanofrancesa en Barcelona en la que Esquerra tuvo de dividirse entre la responsabilidad institucional del president, Pere Aragonès, y la legítima protesta de la militancia en la calle, con Junqueras a la cabeza hasta que le echaron. Esta conjunción de intereses entre el Gobierno español y Puigdemont no la vimos venir. La única verdad, por mucho que la repitan en Moncloa, es que el procés, entendido como la reivindicación del derecho de autodeterminación de Catalunya, no ha muerto, aunque a Sánchez y al resto de la política española les gustaría que así fuese. Eso sí, los catalanes tienen que matar al monstruo y extraer de sus entrañas, mientras siga vivo, el germen original –democrático, pacífico, plural, moderado– de su lucha.