Hasta el moño del dichoso Black Friday. Así de contundente y breve resumo el estado de hartazgo que me recorre por el cuerpo y me hiere el alma tras el bombardeo incesante, por tierra, mar y aire, por prensa escrita, televisión, radio y redes sociales, de esta enésima ocurrencia consumista que nos invade desde el más allá y que nosotros, tras haber sacado las oportunas conclusiones de la época de confinamiento pandémico, nos ha conllevado a dejar de lado la austeridad de la que tanto alardeábamos para, en un pis-pas, echarnos en brazos del más ferviente consumismo.
Nos da lo mismo, si la fiebre consumista proviene de los malignos yanquis, en los que todos nos ciscamos habitualmente, o si la fiebre viene de los siempre inquietantes chinos, vía single day, el día de los solteros. La cuestión es consumir a dos manos y omnicanalmente (como verán, uno ya va dominando el lenguaje de los entendidos del retail), tanto presencial como digitalmente.
Clic a clic, pedimos a lo loco, miles de productos que nos llegan hasta casa por furgoneta, con unos repartidores cada vez más precarios, llegando al punto que actualmente es más frecuente ver a un migrante con su viejo coche particular petado de paquetes que al empleado de una empresa con su furgoneta y con su vestimenta de empresa. Abrimos el paquete y tras echarle un vistazo, lo devolvemos inmediatamente, sin reparo, puesto que la mercancía no cubre las expectativas que nos habíamos creado viendo la web. Otra furgoneta de vuelta con el paquete hasta los almacenes de la empresa de marras, y vuelta a empezar.
Como ven, todo ello, muy sostenible, tanto social por las condiciones laborales de los repartidores como medioambientalmente por las emisiones del tráfico generado. No obstante, no se preocupen, de las condiciones laborales de aquellos a los que ni miramos a los ojos cuando nos dejan el paquete, porque por otra parte lo preocupante no son las emisiones de las miles de furgonetas que andan de aquí para allá, lo realmente preocupante, es la contaminación generada por las vacas.
Indago un poco en el tema y leo un informe de la plataforma de pago electrónico PayRetailers donde se afirma que del año 2017 al 2020 se ha producido un crecimiento del 47% en el comercio electrónico, ecommerce, aumentando el volumen de negocio de 30.000 a 60.000 millones de euros.
Además, según AECOC, asociación de fabricantes y distribuidores, que hace poco celebró su Congreso sobre Gran Consumo en Santiago de Compostela, prevén un crecimiento del 33%, elevando del 3 al 4%, la cuota de mercado del ecommerce de gran consumo y añaden que el 42% del gasto online en gran consumo se destina a productos de alimentación, mientras que el 22% es para artículos de salud y belleza, el 16% para bebidas y el 11% para los productos para mascotas. O sea, para mis amigos.
Si nos les parece suficiente con aquello de comprar bienes de gran consumo vía clic, les informo que según la consultora KANTAR, el sector del delivery, el sector de comidas a domicilio, crece a velocidades inimaginables y así, tenemos que en España el 45% de los clientes pidieron a domicilio a lo largo del 2021 y esta tendencia ha crecido en un 80% con respecto a la época prepandemia alcanzando, según AECOC, un total de 400 millones de pedidos a domicilio al año, con ventas de 2.600 millones.
El grado de locura colectiva llega a niveles tales que el porcentaje de usuarios del delivery calificados como “compradores intensivos”, aquellos que recurren al delivery un o más veces a la semana, aumenta un 114% en Europa y en España alcanza ya el 16% de los compradores y lo peor es que son mayoritariamente jóvenes, entre 25 y24 años, que recurren a este servicio por comodidad o como recompensa o como capricho y además, como son usuarios reincidentes, el 75% de las compras que hacen son con descuento por su fidelidad. Osease, imaginen ustedes en qué condiciones y que van a cobrar los cocineros y los repartidores de esas comidas, si las comidas, ya de por sí, son más baratas de lo normal y si además, 3 de cada 4, son con descuento.
No se alerten, ni se depriman con las emisiones generadas por las furgonetas y motos de los hombres Glovo que invaden nuestras calles y aceras por la prisa que les corre, porque como decía el refrán, el tiempo es oro. Como decía, no se alarmen, lo realmente preocupante son los pedos de las vacas.
Menos mal, que nosotros los consumidores, todos y cada uno de nosotros, presos de nuestras incoherencias, habíamos sacado las oportunas conclusiones de la época pandémica y decíamos valorar sobremanera, la alimentación saludable (el consumo de frutas y hortalizas en el hogar ha descendido un 21% en los dos últimos años) y sostenible, porque, de verdad, si no llegamos a esas conclusiones, no sé que sería de nosotros.
Comida precocinada, deprisa y corriendo, en condiciones laborales, cuando menos, vulnerables, palabra mágica en la actualidad, en inmejorables condiciones de sostenibilidad, vía incesante tráfico de trailers, furgonetas, coches y motos, reducción de consumo de frutas y hortalizas, jóvenes como grandes usuarios del delivery, … en fin, echen todos estos ingredientes a la cazuela, mézclenlos, pásenlo por el túrmix y sirvan el plato a la mesa esa crema que, yo les propongo, la llamemos, Incoherencia.
* Miembro del sindicato ENBA