Las elecciones presidenciales brasileñas tienen un indudable interés, además de para los propios brasileños, como es lógico, también fuera de Brasil, como se pone de manifiesto en el seguimiento que se está haciendo de ellas en otros países; no solo en Latinoamérica (y, por supuesto en Norteamérica) sino también en este lado del Atlántico, en Europa. No es de extrañar que así sea ya que Brasil es, con diferencia, el país con mayor peso demográfico (212 millones de habitantes) de Latinoamérica, también el de mayor peso económico (8º en el ranking mundial PIB), miembro destacado del grupo BRICS (junto con China, India, Rusia y Sudafrica) y, en definitiva, uno de los países que ocupa un lugar muy destacado en la escena internacional, donde está llamado a tener un protagonismo creciente.

Brasil: trumpismo latinoamericano vs opción democrática y social

Pero además de la atención que merecen siempre las elecciones en Brasil por su indudable relevancia como uno de los grandes países en el mundo actual, estas elecciones en particular presentan una serie de rasgos distintivos que las dotan de unas características muy especiales. En primer lugar, por la propia personalidad de los dos candidatos presidenciales en esta segunda vuelta: por una parte, Jair Bolsonaro (Partido Liberal, PL), quien ha ejercido la presidencia durante este último cuatrienio de forma particularmente polémica y aspira a una nueva reelección que confirme su ejecutoria presidencial y le permita continuar su mandato durante el próximo cuatrienio. Y, por otra parte, L. Inácio Lula (Partido de los Trabajadores, PT), que ya fue Presidente durante dos mandatos seguidos (2002-2006 y 2006-2010) y que, tras un juicio y condena sumamente polémicos, fue encarcelado durante veinte meses (2018-2019) y puesto en libertad finalmente, tras la revisión de su juicio por el Tribunal Supremo Federal.

No es nada habitual, ni en Brasil ni en ningún otro lugar, que los candidatos presidenciales sean un expresidente encarcelado (y excarcelado) recientemente y un presidente en ejercicio bajo cuyo mandato ha estado preso el candidato con el que compite. Pero más que estos incidentes, lo que confiere un carácter más distintivo a estas elecciones es la disparidad de las opciones políticas que ambos candidatos presidenciales encarnan, sin parangón con la que se ha dado en otras confrontaciones electorales. Tanto Bolsonaro como Lula presentan perfiles políticos muy alejados entre sí, lo que alimenta un grado de polarización sensiblemente superior al que se ha dado en otras elecciones brasileñas, en las que el triunfo de uno u otro candidato presidencial no tenía unos efectos dispares tan acusados como los que pueden darse en esta ocasión.

Es preciso tener presente, por otra parte, que las elecciones, además de para decidir quién va a ocupar el cargo electo, sirven también, muy especialmente la primera vuelta (mas que la segunda, en la que se dirime quien es el vencedor), para proporcionarnos la radiografía más exacta del cuerpo político del país en el que se hacen, en este caso de Brasil. En este sentido, y a la vista de los resultados de la primera vuelta, nos es posible conocer ya cuál es la composición de los dos grandes bloques en liza en el Brasil actual y la correlación de fuerzas no solo entre ellos sino también en su interior; lo que nos permite hacer una mejor aproximación a la situación política brasileña en el momento actual, en el que tras la experiencia del gobierno presidencial de Bolsonaro han quedado alterados en buena medida los equilibrios políticos existentes hasta su irrupción presidencial hace cuatro años.

Un primer factor a reseñar es el nuevo perfil político que presenta la derecha brasileña en estas elecciones presidenciales, cuya expresión política es el Partido Liberal (PL) bajo el liderazgo indiscutido de Bolsonaro. El centroderecha clásico brasileño, representado por el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) y el MDB (Movimiento Democratico Brasileño), además de otras formaciones menores de ámbito territorial y local, ha sido fagocitado por la irrupción del Partido Liberal, liderado por el actual presidente, Jair Bolsonaro. Se trata de una formación política y de un liderazgo que presentan notables diferencias, tanto en las formas como en los contenidos, con lo que ha sido el centro derecha brasileño desde la recuperación de la democracia, a mediados de los años ochenta del pasado siglo. Si hay que establecer una referencia indicativa, puede decirse que es la versión latinoamericana del trumpismo, del que el propio Bolsonaro se reconoce como adepto y que, como él, adopta unas posiciones políticas y, en particular, una forma de hacer política que se aparta notoriamente de los usos habituales.

A diferencia de la nueva derecha brasileña, la izquierda mantiene la continuidad de la misma formación política (PT) bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula, al frente de una serie de formaciones políticas menores que conjuntamente conforman, desde la última década del siglo pasado, el bloque de la izquierda brasileña. Si bien la situación actual no es la misma que en 2002, cuando Lula accede por primera vez a la presidencia, ni tampoco en la década anterior de los noventa, cuando el PT competía en las elecciones presidenciales con el PSDB y el MDB, sí puede afirmarse que existe una continuidad política que, en el caso de Bolsonaro y el Partido Liberal, no se da. Esta es otra de las características distintivas de estas elecciones presidenciales, en las que la izquierda encarna la continuidad del proceso de trasformaciones democráticas y sociales en estas últimas décadas del mayor país de América Latina, frente a la incierta deriva a la que conduce el trumpismo latinoamericano encarnado por el imprevisible Bolsonaro.

Hay que tener presente que el mapa político brasileño dista mucho de estar consolidado establemente, como se pone de manifiesto con los cambios experimentados en el sistema de partidos en las sucesivas elecciones desde la instauración de la democracia en Brasil. Muy especialmente en las ultimas (2018), con la irrupción en la escena política del actual Presidente, Jair Bolsonaro, que con la cobertura del Partido Liberal ha generado una nueva derecha que altera de forma sustancial los términos en los que se había venido desarrollando el proceso político en Brasil hasta ese momento. En este marco cambiante por lo que se refiere a la estabilidad del sistema de partidos (hasta ahora solo la izquierda ha mantenido su continuidad, tanto en cuanto al liderazgo como a sus soportes organizativos), las elecciones en curso constituyen una prueba decisiva para saber si en el mapa político brasileño se consolida definitivamente la versión latinoamericana de la opción trumpista o no.

No debe pasar desapercibido que, además de las elecciones presidenciales, que son las que mayor atención despiertan, ha habido también otras elecciones –diputados, Senado (1/3 senadores), gobernadores y legislaturas territoriales– que también hay que tener muy en cuenta para conocer realmente el mapa político brasileño. En este sentido, y a la espera de los resultados definitivos que arroje la segunda vuelta el próximo domingo, hay que constatar la fuerte implantación territorial –gobernadores y legislaturas— y legislativa –Cámara y Senado– de Bolsonaro, el Partido Liberal y formaciones afines o que pueden colaborar con ellos. Interesa no olvidar este dato porque si bien el Presidente es el elemento central del sistema político brasileño (que responde al modelo presidencialista), sin embargo la política que desarrolle puede verse muy condicionada por las Cámaras legislativas así como por los poderes territoriales de los entes federados.

Si bien el resultado de la segunda vuelta despejará todas las dudas sobre quién va a ser el presidente brasileño durante el próximo cuatrienio, sí puede avanzarse ya un par de conclusiones provisionales. La primera, que un triunfo de Bolsonaro y el bloque de fuerzas, capitaneadas por el nuevo Partido Liberal, que se aglutina en torno a él representaría, ante todo, el afianzamiento y la consolidación de una política y, en particular, de una forma de hacer política que puede considerarse la expresión más nítida de la versión latinoamericana del trumpismo. Y, la segunda, que la victoria en las urnas del bloque de la izquierda liderado por Luis Inácio Lula posibilitaría, además del cierre de lo que no debe pasar de ser un breve paréntesis en el Brasil actual, abrir un nuevo escenario político que permita reemprender el proceso de transformaciones democráticas y sociales que es necesario llevar a cabo en el gran país latinoamericano y que había experimentado una fuerte regresión durante este último mandato presidencial.

* Profesor