icen que las carga el diablo. Las encuestas, cuando de ellas se derivan beneficios o perjuicios políticos. En otras materias más provechosas no, pero en la publicación de encuestas electorales sí que el Estado español está a la cabeza de Europa. Y mira que dan juego para la especulación, para el tertulieo y para la bravuconada política. La reiteración de los sondeos electorales, sobre todo teniendo en cuenta quién los patrocina y en qué cabeceras mediáticas se publican, sirven sobre todo para amedrentar o estimular a los dirigentes según de qué lado caigan.
Los sociólogos suelen afirmar que este tipo de encuestas deben manejarse con suma precaución y que a lo más sirven para evaluar tendencias, pero quienes las prodigan con tanta profusión y en tiempo no electoral se ciscan en todo asomo de sociología y van a lo que van, a intentar condicionar la voluntad de los electores ofreciéndoles lo más parecido a una foto fija. Foto, por cierto, en este caso favorable a las opciones de derecha. En la mayor parte de las encuestas que vienen publicándose de varios meses a esta parte, son los dos partidos del Gobierno los que salen peor parados; PSOE y Unidas Podemos perderían escaños y la unión de la derecha extrema, PP, y la extrema derecha, Vox, obtendría mayoría absoluta. Es una constante, esporádica y tendenciosamente contrapuesta por el CIS de Tezanos, pero no hay color.
El efecto que busca esta proliferación de encuestas fuera de tiempo es la desmovilización y el desánimo en los electores de izquierdas, acentuada además por los desencuentros estrepitosos de los dos partidos gobernantes. Las encuestas se publican -y se pagan- para crear ambiente y está claro que en la izquierda el ambiente roza el desencanto y posiblemente buena parte de sus electores está a punto de tirar la toalla porque lo que flota en el ambiente es que todo está perdido. Añádase a este sombrío panorama el hartazgo de los que vienen apoyando a este Gobierno y están cansados de tanto incumplimiento. A las encuestas trucadas hay que sumar el desgaste de gobernar en tiempos tan complicados y en buena medida, la banda sonora de embestidas, insultos y descréditos que constantemente escupe la caverna.
Con ese aire derrotista irían a votar mañana muchos de los que apoyaron a este Gobierno y ahora se lo están pensando. Por el contrario, el facherío, enardecido y movilizado, iría a primera hora blandiendo el voto porque las encuestas le vienen diciendo que puede recuperar La Moncloa. Por supuesto, que si para ello hay que sumar a la ultraderecha de Vox bienvenido sea Santiago Abascal que se ha sumado a la tendencia sin despeinarse, sin ningún desgaste, haciéndose fuerte en la medida que Pablo Casado se hace débil.
El caso es recuperar el poder, y para ello no le van a hacer ascos a nada. Ni siquiera al pacto nefando con los nacionalistas, sin los cuales no se puede gobernar este país ni siquiera en las encuestas. Lo que para ellos hoy es un problema, será mañana una oportunidad.
Menos mal que Pedro Sánchez guarda en la manga el antídoto contra las encuestas, esa baza con la que viene amagando para chulear a los partidos que le encumbraron al poder: la alternativa PP-Vox que a tantos espanta y nadie quiere. De momento.