ntrenándome en aburrimiento para la jubilación me relajo imaginando un futuro dentro de 500 años -cuando lleve mucho tiempo cascado por indigestión de gilipolleces- en que un tal Tony Kantónelly explica en el parlamento de Oklahoma que para entender cómo doce americanos pudieron acabar con 160.000 japoneses en veinte segundos, hay que hacerlo pensando que nunca echaron la bomba en Hiroshima por castigar sino con el generoso objetivo de liberarlos de la tiranía de jefes que se los comían a puñados en formato sushi.
Es una proyección de lo que su intelectual antecesor Cantó, Toni para los amigos, reflexionó de verdad en el parlamento madrileño al decir muy serio que "no creo que seamos conquistadores. España cuando llegó a aquel continente, liberó, porque si no, los cientos de españoles que fueron debieron ser superman... Y es que aquellos liberados estaban sojuzgados por un poder salvaje, caníbal, capaces de matar en una sola ceremonia a setenta mil personas". Pensé que resultaría difícil en aquella época reunir a setenta mil en una sola campa, pero que si lo hacían y los mataban en una sola sesión, siendo caníbales como dijo, ya debían estar potolos aquellos poderosos salvajes.
A ver si todo lo estudiado fue trola, que un asunto remachado en mi bachiller fue que España había c-o-n-q-u-i-s-t-a-d-o América. Por otro lado, si todos los historiadores han afirmado que los liberadores se trajeron para Castilla las riquezas que América poseía, seguro que según D. Cantó les quitaron la pasta para liberarles de las corruptoras cadenas de la riqueza, que los pobres son más libres.
Si malo es que tontos como D. Cantó digan chorradas que se propagan como el covid para que gente compre mercancía simplona creadora de relatos fantasiosos sin contrastar, lo peor es que sigan existiendo imbéciles diciendo estupideces como única posibilidad de sobrevivir con un sueldo público.