l consenso estival como paréntesis, por muy compleja y delicada que pudiera ser la vida ordinaria de cada uno, parecería llevarnos a la imprescindible esperanza de un espacio mejor, en la confianza de encontrar soluciones (o bien que nos lleguen por sí solas o por terceros). Este reposo no solo resulta necesario sino reparador para seguir adelante, disfrutar de pequeñas y grandes satisfacciones, según el caso, y prepararnos para acometer futuros desafíos. Entre tanto, relajados, modificando nuestros horarios habituales, alargando sobremesas y abundantes conversaciones y charletas, encontrando diversidad de compañías, vamos consumiendo el tiempo y seguimos lo noticiable sin la voracidad del ritmo ordinario no vacacional, con una relativa distancia al margen de ser conscientes de que, tarde o temprano, volveremos a reencontrarnos. Eso sí, asumiendo que serán superables, desde nuestro optimismo fortalecedor y creativo. Hoy toca reforzar espíritu y estado de ánimo.
Así, hemos de agradecer el fenómeno Messi de estos días, que nos da juego suficiente para todo tipo de conversaciones inacabables, desde la admiración al mejor jugador de fútbol del mundo o la persona y su historia, los argumentos de sus detractores o enaltecedores de Maradona, quienes tienen algún otro candidato a dicho podio, quienes profundizan en el modelo de negocio, deporte, fútbol, industria, finanzas deportivas que distorsionarían un fútbol-negocio similar al olimpismo cada vez más profesionalizado y alterado por nacionalidades de ocasión, las más de las veces adquiridas en los despachos federativos ajenos al valor de la nacionalidad, sus valores, principios y significados, o la creciente influencia de deportes alternativos, e-sport , gaming y videojuegos, etc., condicionantes de un mundo paralelo en medio de tanto espacio real alejado de focos, glamur y recompensas materiales. La calentura de París y los seguidores de este inusual espectáculo de masas difieren del otro calentamiento (también reflotado en París, pero en un foro diferente) que nos ocupa. El calentamiento global del planeta parece haberse confabulado estos días para realizar su propia campaña de marketing global, anunciando de manera explícita lo que se supone viene tras el cambio climático y sus efectos devastadores según el nivel de incremento general de la temperatura, siendo un soporte inequívoco de las estrategias y políticas prioritarias que se vienen dibujando a lo largo del mundo, agenda imprescindible e irrenunciable en nuestros días.
Si eran muchas las dudas y posiciones contrarias cuestionando los efectos reales que pudieran tener, así como la importancia que se le venía dando, convergen la atención y financiación inigualable en las agendas internacionales, la proliferación de incendios y catástrofes, más allá de la contaminación observable, trastornos en salud pública, terminando por validar la apuesta emprendida. Por si fuera poco, en un entorno más próximo, el caótico "recibo de la luz", la propaganda gubernativa sobre sus tarifas, modelo energético y bondades inmediatas para los ciudadanos, han crispado a una sociedad, si bien el gobierno, de momento, se salva por el verano en descanso que paraliza reacciones en los aparatos reivindicativos y movilizadores. "También darán señales de vida" cuando abandonen el pueblo o la playa, sustituyendo sus esporádicos tuits de tumbona por presencia callejera o tertuliana televisiva.
Es, también, el momento del repaso a las noticias congeladas de las que echan mano los medios y sus profesionales (las más de las veces temporales), desenlatando un buen número de titulares viejos, notas pendientes de mejores comentarios o historietas de entretenimiento. De esta manera, un proyecto de ley de aprobación apresurada para dar paso a un aletargado período de consulta pública, ganando tiempo para su tramitación legislativa, ya sea sobre creación empresarial, o novedades en el farragoso marco administrativo, o la entrada en vigor de "leyes urgentes" como la de riders o autónomos que se supone serían una auténtica revolución en la otrora pionera economía colaborativa de profunda transformación económica y de la estructura y filosofía del empleo, o figuras trascendentes de nuevo cuño como los "consejeros observadores" de obligada implantación en empresas rescatadas bajo el paraguas de los milagrosos fondos de reactivación económica, evitando el debate tanto de su aplicación como de la operación en cuestión, la modalidad de financiación o la propia persona elegida para su ejercicio, ven la luz en pleno y somnoliento agosto.
De esta forma, como todos los años, escribir en este periodo se vuelve tópico y repetitivo. Elegir un tema que lleve a la reflexión sesuda parecería inapropiado a la vez que carente del efecto deseable. Sin embargo, no hacerlo, también. Así que por no olvidar un asunto que más adelante pudiera convertirse en debate de actualidad tras nuestra vuelta vacacional, merece unas líneas el polémico anuncio que realizó poco antes de coger las maletas el Gobierno español con su presidente camino de Lanzarote, de la mano de su ministro pétreo, encargado de los diferentes jardines y globos sonda que pretenden sondear el grado de atención, despiste o motivación existente en la opinión pública y los partidos políticos opositores (y propio), además de comprobar que tan despiertos y atentos están sus ministros en las sesiones del Consejo de ministros ya que, al parecer, asisten a sesiones en las que no se deben debatir los asuntos transmitidos en las ruedas de prensa postconsejo. En esta ocasión se trata del anuncio de una ley y/o impuesto penalizador de la capitalidad de Madrid. Escrivá sugirió esta necesidad para terminar con los privilegios de Madrid que se beneficiaría de ser la capitalidad del Estado, mientras la ministra de Hacienda descalificó cualquier idea al respecto que no corresponda a su negociado y la portavoz alegó no haberse tratado en el Gobierno. Palabras al margen, hasta ahora, por lo general, resultaba que las capitales de los estados, comunidades y regiones, provincias, etc. más que pagar impuesto alguno, suelen recibir fondos adicionales para paliar el supuesto sobrecoste que las infraestructuras y servicios de uso general han de proporcionar, más allá de los necesarios estrictamente para su población. Al parecer, la nueva percepción entiende que supone una distorsión y competencia desleal para el resto del territorio, y la cohesión territorial exigiría una compensación económica y fiscal de este centro favorecido a lo largo del tiempo.
El asunto resulta interesante. Parecería oportuno no poner el punto de mira en penalizaciones o figuras fiscales negativas, sino explorar el conjunto de decisiones planificadoras de un Gobierno central y centralista cuyas consecuencias determinan un estado de agravio y distorsión estructural condicionando un modelo de Estado, provocando espacios debilitadores de la cohesión social y la competitividad influyendo de manera excluyente en la capacidad de acceso al bienestar compartido esperable. En el caso de Madrid, resulta chocante como en un Estado de autonomías, el carácter centralizador del Gobierno central y su extenso aparato funcionarial, político y empresarial trasciende de su actitud y comportamiento, impregnando sus políticas y decisiones de un "efecto capital" generando un ecosistema propio sobre el que hace girar y depender todo el resto del territorio, más allá de capitalidad o bondades de una supuesta eficiencia funcional y operativa.
Hoy, vivir fuera de Madrid (el verano y sus desplazamientos son un buen momento y excusa para constatarlo) permite comprobar (y sufrir en gran medida) la configuración radial de una infraestructura general que no solamente obliga a pasar por Madrid para ir de un punto a otro. Aeropuertos (potenciando un macrohub en Barajas), carreteras, ferrocarril (sobre todo en alta velocidad, que se supone respondían a proyectos de carácter transeuropeos de interconexión rápida entre estados y para lo que fueron objeto de potente financiación comunitaria desde Bruselas) e incluso puertos (que la máxima autoridad portuaria despache en Madrid entre el Retiro y Castellana no deja de ser una mala anécdota).
Así, antes de impuestos, cabrían anticipar múltiples caminos por considerar. Una correcta aplicación de la tan convocada Constitución y los diferentes estatutos de autonomía vigentes (por no hablar de sus potenciales reformas, actualizaciones y mejoras demandables por una sociedad cambiante), empezando por su cumplimiento descentralizador y transferencia de todas las competencias previstas con inmediato traspaso de todos los bienes, servicios, financiación y personal asociados. Hacer de las presidencias de las comunidades autónomas los verdaderos representantes legítimos del Estado en cada uno de los territorios tal y como establece la ley, transfiriendo todos los servicios y funciones previstos, posibilitando la supresión de organismos duales, la más de las veces superados por los tiempos, la calidad y eficiencia de su labor, el uso alternativo de locales, servicios, bienes concretos, por no citar la excesiva concentración de recursos derivados en esa capitalidad que se pretende aligerar, como un vasto sector público empresarial que no tiene porqué radicar en ese espacio que al parecer tanto molesta al Gobierno, o medidas tan simples como el llamado decreto Guindos que de la mano del ministro en cuestión posibilitó (para algunos, obligó) a un gran número de empresas, inicialmente en Catalunya, y generalizable a todo el Estado, a mover sedes sociales falseadas a la capital en un fin de semana, ante supuestos peligros de abandonar la Unión Europea como si esto fuera cuestión de caprichos de aplicación inmediata. Y, así, podríamos repensar el servicio exterior y sus consejos comerciales y canalizadores de la inversión extranjera flotante, evitando una centralización dependiente del dominio, en apariencia, no deseado de la capitalidad elegida. Es decir, si existe voluntad política para una auténtica transformación, existen muchas vías lejos de penalizaciones impositivas como reacción a un desencuentro con un estilo de gobierno concreto.
Pero... se trata de uno de los muchos temas inapropiados para playa y tumbona. Hoy no toca. Hoy debemos disfrutar del verano y prepararnos para próximos reclamos. Ya habrá tiempo y ocasión de reflexionar y retomar este y otros muchos asuntos cuando estemos entonados y en el ambiente adecuado. Como otros muchos y, sin duda, de mayor calado y relevancia, los encontraremos más adelante.
Disfrutemos del verano, merecido e imprescindible.