Jon Plazaola (Urretxu, 1982) acaba de ser aita. Teo acaba de cumplir diez meses y ha llegado para cambiar su vida radicalmente. “Sí, antes de que naciera ya era consciente de que me embarcaba en el proyecto más importante de mi vida. Nada de lo que pueda venir después a nivel profesional podrá igualar jamás lo que siento personalmente con mi hijo Teo”, asegura. “Además es muy aitazulo, me reclama muchísimo y eso a mí me está dando una felicidad incomparable”, nos cuenta. Por eso, ahora mismo su “baja de paternidad” es el monólogo Tu Tu Platz. “Al saber que venía Teo pensé en algo que me mantuviese cerquita para poder dormir en casa con los míos”, señala con una sonrisa de oreja a oreja.
Sorprende no encontrar apenas información sobre usted en Internet, ¿cómo lo hace para preservar tanto su intimidad?
-Me alegro de que me lo digas porque sí que a veces intento guardar esa privacidad, pero soy consciente de que es muy difícil de conseguir. Que me lo digan desde fuera me hace pensar que algo estoy logrando entonces.
¿Y algún truco para alguien que quiera intentar pasar desapercibido como usted?
-Se dice que no hay mejor manera de esconder algo que ponerlo a la vista de todo el mundo. De esta forma, deja de tener ese componente de morbo del que se nutre tantísima gente. Entonces, si lo normalizas se considera que pierde ese brillo especial, porque lo normal llama menos la atención que lo exclusivo y lo misterioso. Aunque también hace falta un equilibrio, porque si fuese súper exhibicionista, como hace mucha gente en redes, estaría todo el día saliendo en medios.
"Se dice que no hay mejor manera de esconder algo que ponerlo a la vista de todo el mundo"
Entonces, ¿considera que se lleva bien con las redes sociales?
-Sí. En cuanto a las redes sociales se refiere, hay una corriente que respeto, solo que yo no la elijo, que consiste en retransmitir la vida de cada uno en directo. En mi caso, tengo claro que yo no vivo de vender o hacer pública mi vida privada. Es más, últimamente mi Instagram se parece más a LinkedIn que a otra cosa [risas] porque comparto con mis seguidores mis bolos de teatro, los monólogos o aquello que estoy rodando y demás.
Algunos actores denuncian que a la hora de ser elegidos para un proyecto cada vez se fijan más en cuántos seguidores tienen en redes sociales que en su talento. ¿Le ha pasado en esto alguna vez en primera persona?
-Pues a mí personalmente sí hubo una película en la que prácticamente estaba ya dentro, pero hubo un reajuste de plantel y se fue alguien con más tirón mediático que yo y encontraron una sustituta que no tenía tanto tirón como ella, así que decidieron que debía acompañarla alguien que devolviera esa pareja al sitio mediático que daba la suma inicial. Es verdad que en ese momento me sorprendió, aunque sé que esta práctica, desgraciadamente, es bastante habitual. De momento, desde luego, no estoy dispuesto a hacer más esfuerzos por cambiar mi forma de de gestionar las redes sociales hipotecando mi vida personal para conseguir más seguidores y que luego miren mi impacto en redes y decidan sí o no siguiendo esa vara de medir.
Dentro de poco se cumplirán diez años desde que empezó a rodar Allí abajo, la serie que le dio fama a nivel estatal.
-¡Sí! ¡Da auténtico vértigo pensar que ha pasado ya tanto tiempo! Echando la vista atrás, creo que hemos dejado ahí cinco temporadas maravillosas en Sevilla con una serie que creo que caló muy hondo en los espectadores y que todavía a mí, personalmente, también me sigue dando alegrías.
¿Qué queda de Iñaki, su personaje, en usted?
-Iñaki me ha facilitado mucho la vida para poder presentar mis propios proyectos teatrales o mis monólogos a compañías que se inclinan por escucharme porque ya hay un bagaje detrás y todo ese bagaje se lo debo a Allí abajo, que causó un verdadero boom a nivel estatal, porque antes yo solo había trabajado a nivel de Euskal Herria.
¿Le llaman Iñaki cuando le paran por la calle?
-Sí, bueno... aunque sobre todo en ciudades como Madrid paso bastante desapercibido. Lo que me hace especial ilusión es que últimamente me ha pasado que también me ha reconocido gente de fuera de Euskal Herria por mi personaje de Mikel, de la serie Itxaso, y eso me parece ya brutal, porque es una serie pequeña, en euskera, pero que a través de Netflix ha tenido mucha más repercusión de la que nosotros pensábamos. No nos imaginábamos, para nada, que estaríamos, como estuvimos, 23 semanas en el top 10 estatal.
¿Y qué se lleva de Mikel, su personaje en la serie Itxaso?
-Cuando nos llega una propuesta a las manos, a los actores nos gusta que tenga una personalidad muy diferente a la nuestra para poder jugar realmente a ser otro. En el caso de Iñaki en Allí abajo; de Edu en Madres; de Raúl en Amar es para siempre; o de Mikel en Itxaso, sí que hay sitios que no comparto con ellos, pero al final esos sitios se vuelven los más bonitos de explorar, por ser los más alejados de mí. Pero también hay muchas similitudes entre ellos. Iñaki y Mikel, por ejemplo, están atormentados, aunque uno en el género de la comedia y otro en el del drama, y, ¿quién no se ha encontrado alguna vez en una situación parecida? Ambos tienen en común conmigo que ninguno paramos hasta que conseguimos lo que queremos, pero eso sí, sin pisar a nadie.
Es muy deportista, pero ¿sabía surfear antes de rodar Itxaso?
-No, no tenía ni idea. Empecé a tomar clases a raíz de entrar en el proyecto y me enganché desde el primer momento. Ahora, cuando creo que las condiciones son favorables, cojo la furgoneta, la tabla y me voy yo solo a coger olas. Me aporta muchísimas cosas, es algo maravilloso y es la demostración de que nunca es tarde para empezar algo nuevo.