El invierno supone un reto mayúsculo para nuestra piel. Las heladas temperaturas, la nieve, la lluvia, el viento, etc. al igual que el uso constante de la calefacción, pueden provocar irritación o sequedad en nuestro cuerpo. Y si se trata de personas con piel sensible o seca, la situación se complica más todavía, teniendo que tomar medidas que pongan fin a este problema.
Si queremos ahorrarnos los efectos de esta estación del año y mantener la piel sana, es muy importante apostar por una rutina de cuidados. Por lo tanto, vamos a descubrir cuáles son las estrategias más efectivas para hacer frente al frío invernal.
¿Por qué sufre la piel en invierno?
La piel se debilita debido al frío extremo y la poca humedad, por lo que la capacidad de almacenar agua se reduce. Como consecuencia, nos deshidratamos con mayor frecuencia, dando pie a la aparición de aspereza y picores.
Del mismo modo, el calor de la calefacción en interiores minimiza la humedad en el ambiente, y, por consiguiente, hace que la piel se reseque más y tengamos problemas cutáneos.
Y, al hilo de lo anterior, los cambios radicales de temperatura también pasan factura a la piel. Si pasamos de entornos fríos a calientes en poco tiempo, la deshidratación puede acentuarse.
Por no hablar de que las duchas y los baños con agua muy caliente, así como el empleo de jabones agresivos, dañan los aceites naturales del cuerpo y empeoran su estado en el corto y medio plazo.
Cómo mantener la piel hidratada y protegida
Después de entender las causas de la sequedad de nuestra piel en invierno, vamos a repasar cómo protegerla con seis sencillos trucos.
Elegir cremas adecuadas
Para acabar con la sequedad, nada mejor que las cremas hidratantes con ingredientes nutritivos y húmedos. Algunas como la glicerina, la manteca de karité o el ácido hialurónico son buenas técnicas para hidratar la piel.
Asimismo, aplicar cremas nada más salir de la ducha, justo cuando el cuerpo permanece húmedo, aprovecha al máximo su absorción y pone fin a la pérdida de agua.
Evitar el agua caliente
Por mucho que la idea de una ducha caliente resulte atractiva en estas fechas, el agua caliente provoca que los aceites naturales de la piel se pierdan, dando vía libre a la deshidratación. Por ello, las duchas rápidas con agua tibia es sin duda la mejor opción para evitar la humedad extrema.
Dieta de ácidos grasos esenciales
La hidratación también es clave para nutrir la piel. Es por ello que comer alimentos que contengan ácidos grasos esenciales, tales como salmón, semillas de lino, frutos secos y aguacate, ayudan a mantener la piel flexible y a fortalecer la barrera cutánea.
Seguir una hidratación adecuada
En invierno, se tiende a beber menos agua que en verano, aún sabiendo que su consumo es importante para la salud. En cualquier caso, no debe descuidarse, y la hidratación juega un papel clave. Igualmente, los caldos y las infusiones contribuyen a mejorar la piel.
Evitar productos agresivos
Con la piel seca, no se recomienda utilizar fragancias y jabones que posean sulfatos con fragancias fuertes. En su lugar, es preferible usar productos sin alcohol que tengan fórmulas hipoalergénicas, además de exfoliar con moderación un par de veces por semana para eliminar las células muertas.
Usar ropa adecuada
Prendas prácticas como los gorros, bufandas y guantes tienen una doble función: proteger la piel del frío y reducir la pérdida de humedad en la piel. Y, en cuanto a la ropa, se aconseja vestir con tejidos suaves como el algodón en vez de materiales sintéticos o lana, pues suelen provocar irritación.
Cuándo acudir a un dermatólogo
Aunque estos consejos son muy útiles para cuidar la piel y mantenerla hidratada en todo momento, hay situaciones en las que la sequedad puede causar enrojecimiento, o incluso eccema, con sus respectivas consecuencias.
Es por eso que, si los síntomas van a más pese a seguir una rutina, se debe acudir cuanto antes a donde un dermatólogo para evaluar el caso y recomendar tratamientos concretos en función de las necesidades que requiera la piel.