Pese a un formidable tercer cuarto donde reapareció el carácter para que el Buesa Arena soñara con el milagro, el Baskonia volvió a dar la de arena al amparo de su afición ante el Mónaco. La escuadra alavesa no consigue dar con la tecla para detener una cuesta abajo cada vez más preocupante.

Lejos de crecer como grupo, da la sensación de involucionar a medida que transcurren las semanas mientras varios jugadores llamados a dar un salto de calidad siguen desaparecidos en combate y Markus Howard –otra vez con el casillero de puntos vacío– se mantiene como sorprendente expediente X

El Baskonia vuelve a dar la de arena en el Buesa (75-87) Josu Chavarri

El toque de corneta auspiciado por Moneke llegó demasiado tarde para obrar el milagro ante el Mónaco, que se aprovechó de una terrorífica primera mitad azulgrana para llevarse una cómoda victoria del Buesa Arena. Y es que la cuarta derrota consecutiva en la Euroliga tuvo la mancha de unos veinte minutos iniciales que pasarán a la historia de los pasajes más negros del intachable trayecto continental baskonista en la competición continental. 

El Baskonia, sin baloncesto ni –he aquí lo peor– alma, se desangró hasta límites insospechados durante ese tramo. Los despropósitos fueron incesantes y, de hecho, el Mónaco se disparó raudo hacia la victoria tras elevar un sonrojante 20-47 al marcador.

El Baskonia vuelve a dar la de arena en el Buesa (75-87) Josu Chavarri

Casi sobró la segunda mitad porque el destrozo ya estaba causado. De ahí a la conclusión tan solo emergió la raza de Moneke, pero tras su desconexión del tercer cuarto el Mónaco no vio discutida en ningún momento su autoridad en el choque.

La actuación del Baskonia volvió a dejar mucho que desear con errores grotescos en ambos lados de la pista que permitieron al Mónaco asentarse con firmeza en el Buesa Arena. Laso se mostró impotente para frenar la terrible sangría tras el 5-22 establecido en el cuarto inicial por los numerosos 'pistoleros' del Mónaco desde la larga distancia.

En esos diez primeros minutos, el cuadro vitoriano apenas sobrevivió con tres solitarias canastas de Hall, Baldwin y Rogkavopoulos, la apuesta esta vez del vitoriano en lugar de Forrest para llevar la manija del equipo.

Ni el seguidor más pesimista podía barruntar una velada de estas características por parte de un Baskonia deslavazado, impreciso, agarrotado y reo de la ansiedad. Ni hubo buena selección de tiro ni tampoco las mínimas dosis de acierto, sin obviar que la escuadra alavesa se vio penalizada además otra vez por la laxitud defensiva y el deficiente cierre del rebote.

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La afición del Baskonia no falla en el Buesa: búscate en las fotos Josu Chavarri

El Mónaco ni siquiera necesitó una versión volcánica de su rutilante estrella para despegarse con inusitada facilidad. James estuvo muy comedido a la hora de tomar la iniciativa ofensiva, pero Sasa Obradovic encontró a otros lugartenientes para convertir el Buesa Arena prácticamente en un funeral.

Papagiannis estiró la diferencia visitante hasta el 13-38 con ocho puntos consecutivos, mostrando en ese momento la grada los primeros gestos de desaprobación. El Mónaco se sintió con tal grado de confianza sobre la cancha de Zurbano que tiros realmente complicados acabaron besando la red.

La raza de Moneke, insuficiente

En las filas azulgranas contados jugadores opusieron ciertas gotas de amor propio y orgullo para rebelarse ante el desolador panorama. Además, algunos cambios automáticos en defensa que dejaron a un pequeño del Baskonia con un grande del Mónaco también depararon réditos funestos por la desventaja física en los emparejamientos cerca del aro.

La reprimenda de Laso en el descanso tuvo que ser de órdago porque el Baskonia hizo acto de presencia cuando restaban tan solo 40 segundos para el arranque del tercer cuarto. Caer más bajo resultaba imposible y el conjunto vitoriano ofreció, al menos, otro talante a la vuelta de los vestuarios liderado por un volcánico Moneke.

Chima Moneke, durante el partido de hoy entre el Baskonia y el Mónaco. Josu Chavarri Erralde

Los triples de Diallo fueron al inicio un jarro de agua fría para cercenar los intentos de remontada, pero el nigeriano se empeñó casi en solitario en que la velada tuviera cierta incertidumbre.

Chima fue un huracán en el juego de transición, cargó de faltas al juego interior del Mónaco gracias a su verticalidad y facturó varias canastas con adicional que devolvieron la esperanza a un grada entregada a la causa azulgrana. Sin embargo, tras llegar vivo al último cuarto (55-61), sobrevino un nuevo golpe de realidad para el Baskonia en el epílogo.