No pintaba bien la tarde. El Lenovo Tenerife metió el miedo en el cuerpo en los compases iniciales a un Baskonia que parecía adormecido y consumido por el titánico esfuerzo de otra doble jornada de Euroliga. Jaime Fernández estaba causando estragos en la endeble defensa azulgrana dejando en evidencia, por ejemplo, a un Mannion que ni está ni se le espera.

Khalifa Diop también naufragó a la hora de elevar los decibelios atrás en sus tres minutos en pista, pero entonces apareció el de siempre para revertir el signo de los acontecimientos.

El Baskonia firmó diez minutos antológicos antes del intermedio en los que desarmó por completo el entramado defensivo de Txus Vidorreta. Y lo hizo a los mandos del de siempre: Markus Howard.

El compulsivo anotador de Nueva Jersey entró en erupción con esa célebre tacada de triples a la que ha acostumbrado a todo el mundo en el baloncesto europeo. Uno tras otro, fueron cayendo los 'misiles' hasta dejar muy encarrilado el partido al descanso con ese 56-44.

Sin embargo, Txus Vidorreta quiso morir matando en una cancha donde precisamente no se le tiene mucho cariño y, como no podía ser de otra forma, trató de desactivar la principal arma de destrucción masiva de Ivanovic. Mediante una conocida defensa de 'caja y uno' –cuatro jugadores en zona y uno, ya fuera Álex López o Bruno Fitipaldo, pegado como una lapa a Howard–, el técnico vizcaíno encontró la pócima para agarrarse al partido.

Llegaron entonces los problemas y los agobios para un Baskonia que no vio la forma humana de defender a Jaime Fernández en las situaciones de bloqueo y continuación. Tras amasar una renta máxima de 18 puntos (69-51), el conjunto vitoriano perdió el rigor y vio cómo el Tenerife le pagaba con su misma medicina levantándose de la lona cuando parecía enterrado.

Marinkovic y Moneke cogen el testigo

Los chicharreros llegaron a colocarse arriba al inicio del último cuarto tras un triple de Fitipaldo (78-80), pero en ese instante emergió un día más el carácter y la fortaleza mental del Baskonia para sobreponerse a un momento sumamente delicado en el Buesa Arena.

Howard se vio incapaz de armar tiros, pero entonces alzaron la voz dos lugartenientes de lujo como Marinkovic y Moneke. Ambos aprovecharon a la perfección los espacios liberados en el ataque azulgrana por la obsesiva vigilancia a la que fue sometido la rutilante estrella baskonista.

El balcánico fue el primero en calentar la muñeca con dos triples consecutivos que dieron algo de tranquilidad al equipo (92-84). Volvió a apretar las cosas el Tenerife de la mano de un soberbio Huertas hasta el 92-90, aunque por fortuna llegaron otras dos bombas salvadoras. Esta vez procedentes de las mágicas manos de Moneke, un verso libre con licencia para saltarse los férreos postulados de Ivanovic.

Al carismático ala-pívot nigeriano, desde luego, le va la marcha. Tiene un gen ganador que para sí lo quisieran muchos. Es un auténtico fuera de serie al que Sasa Obradovic no valoró en su justa medida en el Mónaco. En el último cuarto, sostuvo al Baskonia merced a un acierto descomunal. Sus pares le flotan sin ser conscientes de que esta temporada se ha convertido en un peligro público desde la larga distancia. El hecho de que le dejen lanzar está incentivando su orgullo y haciendo que tome mejores decisiones cuando se cuece la suerte del ganador.

Gracias a dos triples de Moneke, el Baskonia terminó de sentenciar un partido que le permite seguir vivo en la pelea por la Copa del Rey a falta de cuatro jornadas para el cierre de la primera vuelta. Un paso más cerca y ahora que pase este martes el siguiente: el modesto Zunder Palencia.