Nadie contaba con él. De hecho, ni se le esperaba en el pasado Eurobasket. Sin embargo, pese a aparecer a última hora se convirtió en uno de los principales protagonistas de la gesta de la selección española. Alberto Díaz, el líder silencioso que cautivó en la cita continental por su entrega y arrojo, se medirá este viernes con el Unicaja al Baskonia.

Pese a que ya han pasado más de diez días desde el cuento de hadas que protagonizó con La Familia, el Platanito, como es conocido en el vestuario del conjunto andaluz, tendrá la ocasión de ver cómo aún hoy en día se recuerda el brillante papel que realizó a las órdenes de Sergio Scariolo. El Buesa le espera y a buen seguro que el entendido público azulgrana le recibe cómo se merece: con honores.

No es para menos. Se trata de uno de los héroes de la selección española que deslumbró a propios y extraños en la pasada cita continental. De hecho, se trata del héroe más inesperado. Y es que casi nadie contaba con él. No es extraño si se tiene en cuenta que el pasado 26 de agosto, apenas una semana antes del debut de España en el Eurobasket, el base malagueño no estaba ni entre los jugadores que iban a disputar el torneo. Sin embargo, ese día recibió una llamada que le cambió la vida. Ahí comenzó esta particular historia más propia de Disney que de un jugador de baloncesto.

Jorge Garbajosa se pondría en contacto con el jugador para comunicarle que era el elegido por el técnico italiano para reemplazar al lesionado Llull. “No me dejó ni explicarle y ya estaba preguntando por la hora del vuelo”, recuerda el presidente de la Federación Española de Baloncesto sobre aquella conversación con el jugador andaluz.

Listo para ir a la guerra. La montaña rusa continuaba para él. De ser el primer descarte por sus molestias físicas a convertirse en el recurso de urgencia por la lesión de Llull. No le importó aparecer a última hora. Ya desde el inicio fue decisivo. En la fase de grupos con ese último robo de balón a Larkin para dar el liderato a España, en octavos de final sacando una increíble falta personal en ataque a Sabonis... Protagonista por un caprichoso giro del destino.

UNA HISTORIA DIGNA DE hOLLYWOOD

Una historia de película. Digna de Hollywood. La de Alberto Díaz (23 de abril de 1994), sin lugar a dudas lo es. El director de juego de Unicaja se ha ganado el respeto del mundo del baloncesto tanto por su rendimiento en el torneo como por su historia de inspiración al entrar a última hora por la lesión de Llull.

Scariolo, un técnico que una vez más se sacó un conejo de la chistera, sabía perfectamente a quién llamaba. El entrenador italiano confió en un perfil de jugador totalmente distinto, pues se pasó de la magia anotadora del mallorquín a la garra y el espíritu de equipo del malagueño.

El extécnico baskonista lo sabía mejor que nadie y Díaz, inteligente en la pista y con un hambre competitiva inigualable, supo aprovechar la oportunidad que le regaló el destino y pasó de ser jugador con un rol puramente defensivo en la rotación a acaparar minutos en los momentos más importantes del torneo, con tiros tan importantes como el que terminó de cerrar el triunfo en la final contra Francia a falta de dos minutos.

¡Quién se lo iba a decir a él que iba a disfrutar de la gloria cuando semanas atrás no estaba pasando por uno de sus mejores momentos! Sí, Alberto Díaz sufrió cuando fue cortado. “No lo pasó bien. Había trabajado duro, específicamente con el preparador físico del Unicaja, para llegar con fuerza a la concentración”, comentó su ex compañero y amigo Pepe Pozas, base del Betis.

PENSÓ EN DEJAR EL BALONCESTO

Sin embargo, la vida le estaba dando una segunda oportunidad. Otra más a un jugador acostumbrado desde su niñez a superar adversidades. Porque si de algo sabe el jugador revelación del pasado Eurobasket es de derribar muros desde niño.

Y es que por esa época ocurrió un episodio que pudo cambiar para siempre el destino del base. “Alberto quería dejar de jugar al baloncesto. Así me lo pidió”, recuerda Francis Tomé, el hombre que moldeó a Alberto en la cantera de Unicaja, a sus órdenes desde que era cadete hasta que debutó con el primer equipo a los 18 años. El motivo para alejarse de las canchas residía en unos terribles dolores de rodilla que sufría a causa del crecimiento. Y es que Díaz pasó de ser un niño muy bajito a alcanzar en poco tiempo casi el 1,90 metros fruto de un espectacular estirón. Esto provocó tal sufrimiento al joven base malagueño que dijo basta. No aguantaba más. Se rendía.

Sin embargo, en esos duros momentos la ayuda de su madre fue fundamental para hacerle recapacitar. Su progenitora, quien velaba por el correcto desarrollo del niño, buscó una fórmula consensuada con sus entrenadores para que pudiera seguir jugando al baloncesto mitigando en la mayor medida de lo posible esos intensos dolores. “Decidimos darle margen. Que no entrenara cuando le doliera, incluso que sólo viniera a jugar los partidos el fin de semana”, desvela Tomé. Pues bien, Alberto fue cambiando progresivamente su decisión a medida que el padecimiento menguaba y en pocos años pasó de decir adiós a convertirse en un referente de la cantera de Los Guindos, donde fue forjando su baloncesto.

Un estilo basado en la garra, como recuerdan los que le han visto desde temprana edad. “Le recuerdo ya en mini basket. Era muy muy pequeño, abultaba más el balón que él, pero llamaba mucho la atención por dos cosas. Por ser pelirrojo, mucho más que ahora, y tener la cara llena de pecas y porque era imparable, jugaba ya con una intensidad asombrosa”, rememora Francis Tomé.

ALMA DE LÍDER DESDE NIÑO

Un joven con alma de líder además. Una anécdota de sus inicios así lo confirma. En un campeonato de España de cadetes, Díaz era uno de los mejores de la selección de Andalucía que acabó ganando ese año y cuenta Tomé que su ayudante fue a su habitación a contarle que sus jugadores estaban ligando con chicas de otros equipos en el hotel donde se hospedaban.

“¿Y aquí quién manda?”, preguntó entonces Tomé, muy enfadado con sus jóvenes jugadores, esperando que le dijeran que por supuesto que era él, para así poder decirles que se dejaran de coqueteos y se centraran en el baloncesto. Sin embargo, a esa pregunta retórica, todos los jugadores contestaron: “Alberto”, refiriéndose a Díaz. Desde edades tempranas fue un “líder nato”, cuentan los que le conocieron y entrenaron como Tomé, que lo tuvo en el Clínicas Rincón, filial cajista en ese tiempo. “Era un auténtico muro” desde bien pequeño, aunque entonces era más anotador, penetrador y creador de juego que “metía los triples que tenía que meter”.

Liderar desde la defensa

Con el paso de los años y el cambio físico a medida que iba avanzando de categoría, Díaz se construyó a sí mismo como un defensor dispuesto a liderar a sus equipos desde atrás, con personalidad y liderazgo como para ser nombrado MVP de una final de Eurocup con 22 años, aquella de la remontada del Unicaja ante el Valencia Basket en 2017.

Pues bien, ni esos éxitos le impidieron vivir siempre bajo la sombra de la duda. Cada año debía ganarse la confianza de los suyos. Y es que Alberto Díaz salió cedido dos años, primero a Bilbao y luego a Fuenlabrada. Todos los años remando contracorriente para acabar saliendo siempre a flote. “Cada temporada le fichan un base americano. Aunque siempre acaba imponiéndose”, recuerda con orgullo Tomé. Un carácter indestructible. Ese que le ha llevado a ser un clásico del baloncesto europeo. Su trayectoria así lo confirma.

Una década en ACB, experiencia en Euroliga, Eurocup y Liga de Campeones FIBA con más de 350 partidos a sus espaldas, líder del Unicaja en años convulsos como los dos últimos, donde siempre fue el más regular de la plantilla. Su reconocimiento a escala mundial tardó en llegar, estaba falto de un escenario como el Eurobasket.

Secante de estrellas

Sí, allí donde había una constelación de estrellas como Doncic, Djokic o Antetokounmpo ha brillado él. El líder silencioso. El héroe inesperado. Una actuación digna de estrella. En las semifinales contra Alemania le sacó una falta en ataque a Schröder, al que dejó sin anotar durante los últimos siete minutos de partido, justo después de que el base NBA le hiciera un gesto de burla tras una bandeja.

En la final ante Francia y sin afán de protagonismo, aunque ganándoselo a pulso, mantuvo su nivel en defensa con una intensidad que aplicó contra jugadores de nivel top como Heurtel o Albicy, y a ese derroche defensivo le sumó varios triples decisivos con los que demostró valentía y eficiencia también en ataque (88% en tiros de dos, 83% en libres y 40% en triples durante el Eurobasket).

Díaz no ha sido nunca un jugador de estadísticas rompedoras, más bien un experto de los intangibles como provocar errores contrarios, robos de balón y faltas en ataque. Sus números en el Eurobasket han sido 5’7 puntos, 1’1 rebotes y 1’4 asistencias, para 6’7 de valoración en 16’8 minutos de juego, aunque lo que evidencia su importancia en pista es que España ha tenido un +52 de balance en pista con él.

Increíble. Digno de elogio. Eso sí, su humildad no va a cambiar por más que vuelva de Alemania con una medalla de oro; siempre será el chico que priorizaba los estudios y ya tiene un máster de gestión deportiva por la Universidad de Salamanca, cursos de Programación Didáctica y de Competencia en Educación Digital y el nivel 1 de entrenador de baloncesto.

Un tipo con los pies en el suelo, que sin lugar a dudas ha vivido su particular cuento de hadas este verano. “Si me cuentan esto antes de ir a Tiflis le diría que está loco. Es lo bonito de esto. De sueños vive la gente”, decía tras la final. Y es que su historia es difícil de creer. Fruto del caprichoso destino. De una llamada que le cambió la vida, el Eurobasket le ha cambiado la vida y su sobresaliente rendimiento lo ha puesto en el foco para permitirse un baño de elogios y reconocimiento a un pelirrojo de la cantera del Unicaja que se ha ganado el respeto de todo el baloncesto. Alberto Díaz, el líder silencioso. El héroe inesperado.

En el Eurobasket

Estadísticas. 5’7 puntos, 1’1 rebotes y 1’4 asistencias, para 6’7 de valoración en 16’8 minutos de juego y lo más destacado es el +52 de balance con él en pista.