Esta vez no fue una humillación tan hiriente como otras ni las desconexiones resultaron tan pronunciadas, sino una simple cuestión de inferioridad. El Baskonia quiere pero no puede. Aunque se busca a sí mismo, sigue sin encontrarse con unas limitaciones que claman al cielo y una impotencia pavorosa. El descenso a los infiernos se mantuvo una jornada más ante un autoritario Maccabi que ni siquiera añoró a Scottie Wilbekin -su faro en el timón estuvo ausente desde el segundo cuarto- para ahondar en la galopante crisis azulgrana.

El equipo vitoriano encadenó su quinta derrota consecutiva frente a un gigante continental y demostró que sigue muy enfermo. Casi en estado vegetativo para frustración de una masa social que hace tiempo no sentía unas sensaciones como las actuales. Frente al coloso macabeo se estrelló ante un muro de hormigón y se desangró en la desigual pelea bajo los aros. La tibia mejoría local en algunas fases resultó insuficiente ante un dragón de múltiples cabezas que, al margen de su baloncesto coral, se apoyó en su insultante dominio interior para crear una escabechina.

El estado de gracia de Williams, el músculo de Reynolds y la clase de Zizic desnudaron a Baskonia en estado depresivo que, a la espera de la aportación de Lamar Peters en el timón, necesita nuevos estímulos para escapar de la mediocridad. Demasiadas diferencias, a la postre, entre dos conjuntos antagónicos en cuanto a confianza, físico y pegada. Mientras el Baskonia viene deambulando como alma en pena desde hace tiempo, el Maccabi justificó las razones de su eufórico momento con otra salvaje demostración de poderío. Los malos presagios previos al salto inicial se confirmaron punto por punto en una velada sin más historia que la incapacidad local y la altanería visitante.

La escuadra hebrea facturó infinidad de canastas fáciles mediante el contragolpe, los cortes de sus exteriores hacia canasta y la escasa actividad de los hombres de Ivanovic desde el lado débil, de ahí que siempre llevara la iniciativa en el marcador con suma claridad. Pese a que amagó con asomar la cabeza con más corazón que cabeza, el Baskonia volvió a luchar sin éxito contra su propia ansiedad y sus propias limitaciones. Fue el vitoriano un día más un bloque incapaz de generar ventajas y lastrado por el excesivo manoseo de balón de sus exteriores. Tan solo se movió a base de impulsos individuales y ante rivales de tanto tronío esto constituye un suicidio.

Atormentado por sus fantasmas, el conjunto alavés emitió las mismas sensaciones tenebrosas que en jornadas precedentes. La aplastante superioridad física del Maccabi se plasmó en el Buesa Arena con Williams y Reynolds imponiendo su músculo bajo los tableros. El ex del Valencia Basket confirmó que ha renacido a lo grande esta campaña en la cosmopolita Tel Aviv y el fornido pívot también abusó de la liviana cuerda interior azulgrana, sin kilos ni envergadura para frenar a dos jugadores tan voluminosos.

El aluvión triplista del segundo cuarto, con cuatros dianas consecutivas en dos minutos -dos de Costello, una de Enoch y otra de Fontecchio-, sirvió para reanimar mínimamente a un Baskonia cuya puesta en escena no había invitado al optimismo. Esa prodigiosa racha anotadora fue un espejismo y enmascaró nuevamente los severos problemas en el ataque posicional, donde Ivanovic activó la búsqueda de soluciones a la espesura siendo algún alero el encargado de subir el balón en determinados tramos.

La inestabilidad alavesa volvió a salir a la luz con otro desfavorable parcial de 0-14 en vísperas del intermedio en medio de la exhibición de Nunnally. El exterior estadounidense amargó la existencia a Marinkovic cada vez que le llevó al poste bajo. El serbio, tan intrascendente en ataque como siempre, no fue el único agujero baskonista en sus contados minutos ya que el balance defensivo también resultó por momentos inexistente.

Las ventajas israelíes resultaron incontestables sin que el conjunto alavés encontrara rendijas por las que meterse en el partido. Sin Wilbekin desde el segundo cuarto, lesionado en un tobillo, fue Evans el encargado de tirar de carro en las filas macabeas con una punzante versión ofensiva y un físico muy superior al de sus pares. En definitiva, el Baskonia sigue en la UCI y sin síntomas de poder ser trasladado a planta a corto plazo.