El Baskonia llegó bastante herido al bullicioso Nou Congost y casi dos horas después salió del vetusto recinto catalán con más dudas si cabe en el equipaje tras encadenar la tercera derrota consecutiva. El Manresa, sin el glamur del Olympiacos pero sostenido por una disciplina táctica envidiable gracias a la pizarra de Pedro Martínez, terminó de poner la rúbrica a una semana tormentosa que obliga a la profunda reflexión.

Nueva decepción, esta vez ante un rival mucho más terrenal como el afincado en la comarca del Bagés, y la terca sensación de que un coche, a priori, de alta cilindrada sigue con el motor gripado y necesitado de aceite. Las sensibles ausencias de Baldwin y Peters pesan como una losa, aunque no justifican por sí solas la falta de mordiente, la discontinuidad y la escasa solidez de un maratoniano alavés cuya puesta a punto en el taller está resultando mucho más complicada y lenta de lo esperado.

El Baskonia quiere pero no puede y la desconfianza va in crescendo con varios jugadores muy lejos de las expectativas que generó su fichaje. Siempre compitió con la lengua fuera, se vio ajusticiado por el trío Valtonen-Moneke-Sima y finalmente se hizo acreedor a la derrota ante un rival más estable que le superó en deseo -ahí están los sonrojantes 14 rebotes ofensivos capturados por los locales sobre el aro azulgrana-, en juego coral y estabilidad sobre la pista.

A rebufo desde el salto inicial, el Baskonia adoleció de la continuidad necesaria para salir airoso de un Nou Congost inflamado que llevó en volandas a los suyos. Pese a los chispazos de Giedraitis en la primera mitad y de Fontecchio y Nnoko en la segunda, nadie prendió la mecha de la reacción ni se elevó por encima del resto para asumir el liderazgo en los momentos calientes.

A la hora de la verdad, volvió a faltar de todo: piernas, concentración, oxígeno, acierto y, sobre todo, confianza. Porque las derrotas van minando la confianza de un grupo que, pese a sus sensibles ausencias, debería mostrar argumentos para competir de otra manera más solvente. La defensa con cambios automáticos tiene excesivos agujeros y las ideas brillan por su ausencia en ataque ante la falta de un líder que imponga un estilo reconocible.

Tampoco elevó sus prestaciones en el Nou Congost un Baskonia reincidente en sus errores en este dubitativo arranque de temporada. Las desatenciones defensivas, con varios triples locales al final del posesión de Dani Pérez, el defectuoso cierre del rebote -la sangría en este apartado fue pavorosa en ciertas fases- o la alarmante falta de ideas en el ataque posicional sustentaron el dominio del Manresa, que llevó la voz cantante pese a que sus rentas no fueron concluyentes.

Giedraitis constituyó el aislado foco de peligro para el anfitrión del Bagés sin que otras piezas en manos de Ivanovic dieran un paso al frente. El conjunto vitoriano hizo la goma en el marcador ante un rival mejor asentado sobre la cancha y que, ante la sorpresa generalizada, alimentó su confianza a base de continuas segundas opciones de tiro y un mejor equilibrio interior-exterior.

La consigna tras el descanso fue cargar el juego sobre un Nnoko con evidentes limitaciones técnicas para anotar de espaldas al aro. El camerunés sufrió lo indecible ante la alargada sombra de Bako y, aunque su poderío físico resultó fundamental para que el Baskonia llegara vivo al epílogo, también hizo un flaco favor con dos absurdas faltas de ataque. Primeros espada como Costello y Giedraitis tuvieron que enfilar el camino hacia el banquillo por su prematura tercera falta y ese fue un problema añadido ante un Manresa que, por momentos, tuvo un enemigo dentro de su propio ecosistema con el baloncesto pasado de revoluciones de Francisco.

El partido se emborronó con el paso de los minutos y la tensión se palpó con numerosos errores desde la personal en ambas filas sin que el Baskonia pudiera consolidar alguna ventaja tranquilizadora. Fontecchio y Marinkovic despertaron del letargo con algunos chispazos aislados, aunque el vitoriano volvió a ser un grupo con la munición justa desde el perímetro. El equipo pide a gritos la vuelta de los ausentes, pero también otro espíritu más competitivo.