El sueño de la séptima Copa del Rey pasó tristemente de largo y el Baskonia debe cambiar con urgencia el chip para afrontar los dos importantes desafíos a la vuelta de la esquina: alcanzar el Top 8 de la Euroliga y, sobre todo, hacer un digno papel en los play off por el título de la ACB. Las esperanzas de conducir un nuevo título a las vitrinas del Buesa Arena se vieron enterradas por un intratable Barcelona, encargado de bajar a la tierra a los aficionados de un club vitoriano de nuevo con la miel en los labios.
Las cuatro victorias consecutivas en el peregrinaje hacia el torneo previsto en el WiZink Center y especialmente la sensación de autoridad trasladada al exterior en el cruce de cuartos ante un tierno Joventut habían dibujado un escenario casi idílico que en la semifinal se convirtió en pesadilla. El todopoderoso Barcelona, posiblemente la plantilla más cara de Europa y con unos recursos que bien gestionados desde el banquillo le convierten en un rival inabordable para cualquiera, devolvió a la cruda realidad a un Baskonia todo corazón y pundonor que, al menos, murió con las botas puestas. Y eso es algo que conviene poner en valor pese al nuevo desencanto en una competición que ha dejado de ser fetiche.
Hubiese sido un varapalo demasiado duro despedirse de la Copa sin, al menos, competir y dar la cara. Cuando el estropicio era de unas dimensiones colosales, la tropa de Ivanovic rescató del fondo del armario ese envidiable gen competitivo que le ha permitido este curso tutear a los grandes transatlánticos del Viejo Continente. Quizás el Barcelona se relajó más de la cuenta y optó por economizar esfuerzos pensando en la final ante el Madrid, pero los méritos alaveses fueron incuestionables con ese parcial de 2-18 que añadió unas inesperadas gotas de incertidumbre a un partido torcido desde el salto inicial.
La gesta podría haberse hecho realidad sin esa parálisis ofensiva en los dos minutos finales y, sobre todo, una pérdida de Vildoza. El talón del argentino estaba pisando la línea de fondo con el encuentro al rojo vivo (69-65) y, tras un mate de Davies, el Barcelona no vio cuestionada finalmente su supremacía.
En realidad, el TD Systems dejó escapar sus opciones antes por el sumidero por culpa de una flagrante inferioridad en el rebote y una alarmante espesura en ataque. Fueron 18 capturas menos que un Barcelona al que se regalaron numerosas segundas y terceras opciones para hurgar en la herida.
Entre otros aspectos que pusieron palos en las ruedas durante los tres cuartos iniciales, figuró el excesivo manoseo de balón de un Henry peleado contra el mundo, la deficiente circulación de balón y también la falta de buenos bloqueos que propiciaran tiros liberados de los francotiradores en manos de Ivanovic. Giedraitis y Peters nunca pudieron armar el brazo en condiciones favorables viéndose privado el Baskonia de muchos puntos con los que contaba antes del salto inicial.
El equipo vitoriano se vio ahogado por la abrasiva intensidad culé en un partido donde sus dígitos ofensivos, especialmente en la primera mitad, estuvieron a años luz de lo que suele ser habitual. Tan solo a raíz del descorazonador 67-47 establecido por Abrines al inicio del último cuarto se activó de piernas y limpió su mente un Baskonia sometido por los pesados grilletes blaugranas.
En realidad, volvieron a aflorar algunos problemas que vienen siendo habituales desde el inicio de la temporada. Con una rotación de diez hombres -más bien, siete teniendo en cuenta que Fall, Tadas y Diop dispusieron de un protagonismo residual-, resulta imposible hacer frente a un Barcelona con recursos ilimitados.
Si algo ha querido Jasikevicius esta campaña es involucrar a todos los jugadores en la rotación -Smits y Pustovyi constituyen los mejores ejemplos- que bajo la batuta de Pesic siempre eran intrascendentes. En el caso de Ivanovic, la confianza en varios elementos de la segunda unidad o canteranos como Raieste y Kurucs siempre brilla por su ausencia en las grandes refriegas.
En definitiva, un pequeño baño de realismo que hasta cierto punto era previsible y no debería dejar grandes secuelas en un grupo lo suficientemente maduro. El título más al alcance en esta campaña se le ha escurrido de las manos al Baskonia, pero la realidad es que todavía restan objetivos por satisfacer. Pese a los incontables kilómetros en las piernas de sus grandes bastiones -sobre todo, Henry, Giedraitis y Polonara- y que ningún fichaje acudirá al rescate en un contexto de pandemia, este cuento no se ha acabado.
El equipo de Ivanovic tiene orgullo y compite, aunque para aspirar a las grandes gestas se necesita una mayor variedad de recursos