Vitoria - Con ánimos renovados al parón que jamás hubiesen sospechado ni querido los aficionados azulgranas. Mientras la Copa del Rey se abre paso esta semana con envidia en el universo ACB, el Baskonia purgará sus muchos pecados de esta temporada en la centrifugadora del Buesa Arena. El consuelo es que las sensaciones son otras y no luce ese color tan pálido que le ha acompañado en estos fatídicos meses de terrible mediocridad. Ya se abren ciertos rayos de sol sobre la cancha de Zurbano, que la friolera de dos meses después de la última alegría a nivel doméstico volvió a contemplar la silueta de un equipo dominador y solvente a la hora de domar al visitante.
Poco a poco, el Baskonia recupera crédito en todos los frentes. Paso a paso, vuelve a emitir sensaciones positivas con la providencial llegada de los fichajes y un mejor tono físico en líneas generales que le permite morder atrás o facturar canastas fáciles al contragolpe. Pese a que todavía dista mucho de ser un grupo redondo y regresarán próximamente las curvas a un calendario de escasos ochomiles en la actualidad, al menos ofrece unas hechuras sólidas para evitar los sonrojos de los últimos tiempos en el Buesa Arena, donde cualquier medianía se le subía a las barbas.
Ayer completó una semana positiva con un plácido triunfo ante un tierno Obradoiro, incapaz de contener el elevado ritmo impuesto por un anfitrión mucho más estable, rocoso y largo en cuanto a profundidad de banquillo. El Baskonia ganó y convenció. Con tramos de buen juego, sofocó el intento de rebelión de un cuadro gallego con graves problemas en la creación de juego y huérfano de pólvora.
La mañana amaneció con cierta angustia por el conato de rebelión protagonizado por los de Moncho Fernández, pero el Baskonia fue capaz de reconducir el rumbo y meter varias marchas más tras el intermedio para hacer gala de una autoridad pocas veces vista este ejercicio. Reapareció un equipo sacrificado y aplicado en labores de contención para causar un destrozo a la carrera. El liderazgo de Shengelia volvió a ser indiscutible en un colectivo con otra temperatura corporal o dispuesto a apretar al máximo las líneas de pase.
Kravic, el único peligro La atroz dictadura en el rebote, con infinidad de segundas y terceras opciones de tiro gracias al empuje de Polonara, empequeñeció más si cabe a un Obradoiro enemistado con el acierto desde la larga distancia -su principal virtud- y en el que el espigado Kravic estuvo solo ante el peligro. Tal y como sucedió en la ida, el pívot bosnio constituyó el único foco de peligro en una matinal de guante blanco. Ha bastado la llegada de un base de garantías capaz de mover al equipo con cierto criterio (Christon) y una rotación en el perímetro (Dragic) para cambiarle la cara a un Baskonia con más alternativas de cara al objetivo de mantener el oxígeno.
Lástima que el club haya dilapidado un tiempo precioso y Dusko Ivanovic no haya dispuesto antes de más efectivos. El billete para la Copa del Rey se ha escurrido de las manos, pero aún hay margen suficiente para estirar las remotas esperanzas continentales y afrontar las series finales por el título en una buena posición. El controvertido Stauskas y Fall, prácticamente inéditos ayer, fueron las únicas notas negativas frente a los gallegos.
El canadiense, que parece estar otra vez renqueante de sus problemas de rodilla e inédito tras el descanso, desaprovechó otra ocasión para reivindicarse. En el caso del senegalés, sin bases que le alimenten, sus despistes atrás le relegaron nuevamente a un segundo plano. Dos piezas básicas cuando se configuró el proyecto a las que urge recuperar de cara a futuros compromisos más exigentes.
El Obradoiro tan solo metió el miedo en el cuerpo durante los veinte minutos iniciales antes de desvanecerse por completo y ofrecer una imagen de visitante cándido. Con quintetos altos que crearon desequilibrios en la defensa azulgrana, llevó la iniciativa en algún tramo sin que el Baskonia pudiese sentirse cómodo. Todo cambió para bien en una segunda mitad donde los velocistas de Ivanovic se hincharon. La férrea intensidad local evitó males mayores ante un visitante que pronto perdió la fe ante su desviado punto de mira desde el 6,75. Como botón de la suficiencia alavesa, el epílogo se consumió sin Shengelia en pista y con Miguel González encontrando el premio a su sacrificio en los entrenos.
las claves
Defensa y contragolpe El Baskonia volvió a ser un equipo reconocible que mordió de lo lindo atrás y apretó al máximo las líneas de pase. Ello redundó en multitud de canastas fáciles en transición que frenaron el intento de rebelión del Obradoiro, especialmente en la primera mitad. Kravic estuvo solo ante el peligro en las filas gallegas.
Superioridad en el rebote De nuevo con Polonara como viga maestra para contrarrestar la apuesta de Moncho Fernández por hombres altos en la cuerda exterior, el Baskonia fue muy superior en este apartado del juego que siempre permite correr. El desempeño de jugadores como el guerrero italiano, Diop o Eric resultó impagable.
la figura
Shengelia Su liderazgo volvió a estar fuera de toda duda en una matinal donde volvió a tirar del carro con su eficacia habitual. Acierto e instinto para recuperar balones a partes iguales.