Dusko Ivanovic condujo al Baskonia a varios de los mayores hitos de su historia con episodios épicos que están perfectamente archivados dentro del imaginario de todos los aficionados. La victoria de ayer no tiene un valor especial a la hora de abrir vitrinas. Ni siquiera supone la antesala de ninguna final. Un simple partido de liga regular. La realidad señala que este triunfo, por la forma y las circunstancias, puede entrar directamente en el museo de las grandes hazañas que este equipo ha protagonizado con el montenegrino al frente del banquillo. Como en los viejos tiempos: recurriendo a solo ocho jugadores, con soluciones tácticas inverosímiles, con el grupo levantándose de la lona cada vez con más ímpetu cada vez que se caía... El Baskonia de Dusko. El de la épica. Un sello reconocible que el preparador de Bijelo Polje ha conseguido recuperar cuando hace unas semanas el equipo era un alma en pena que no sufría a pesar de acumular un partido vergonzoso tras otro. Poco más se le puede pedir con los males que lastran a la plantilla y que dependen directamente de la presidencia por su inacción.
El 32-18 con el que se cerró el primer cuarto daba a entender una nueva tarde de sufrimiento, pero Ivanovic ha conseguido cambiar la mentalidad de un equipo que ahora vuelve a creerse igual a cualquiera de sus rivales. Se había sufrido ante Campazzo y Llull, pero cuando desaparecieron los dos exteriores el ataque madridista se desmoronó. Apareció Henry en versión estelar para machacar el aro blanco con un serial de canastas encadenadas. Se creció Fall en su batalla de gigantes con Tavares. Y, como invitado especial, apareció Polonara en esa nueva versión que del italiano se ha inventado Ivanovic.
De relevo puntual de Shengelia -ayer se fue hasta los cuarenta minutos, sin ni un solo segundo de descanso en todo el encuentro-, el transalpino ha pasado a convertirse en un alero casi a tiempo completo. Más centímetros en la línea exterior y mucho poderío físico para atacar el rebote en ataque y cerrarlo en defensa. Hasta nueve capturas se fue en el WiZink Center, pero esta vez el trabajo sucio lo acompañó a la perfección con canastas decisivas.
El 6-21 del segundo cuarto dio paso a un partido igualado que amenazó con romperse en el momento en el que Henry comenzó a notar molestias musculares. La confianza en Sergi García es nula e Ivanovic recurrió de nuevo a soluciones circunstanciales. Unos inventos a los que ya acostumbraba en otros tiempos. Ayer terminó el partido sin bases y sin pívots y el equipo lo bordó en las últimas posesiones. Y es que, cuando el partido parecía perdido con el 78-70, salió a relucir de nuevo el épico Baskonia de Dusko. Tras una bronca monumental, Stauskas entendió que era su momento y asumió galones en la creación, pero fue Shengelia el que completó las acciones del triunfo ejerciendo de arma letal en las últimas posesiones.