Vitoria - El adversario de esta noche del Kirolbet Baskonia puede presumir, entre otras muchas cosas, de ser uno de los pocos equipos que, en la época moderna de la competición, han conseguido levantar el trofeo de campeón de la Euroliga dos años seguidos. Por no hablar de su brillante trayectoria histórica a nivel doméstico y su presencia casi perenne entre la élite del baloncesto continental. Sin embargo, en los últimos tiempos, el Olympiacos ha caído presa de múltiples incendios de lo más peregrinos hasta acabar convertido en un auténtico coloso en llamas.
Y ese es el perfil contra el que tendrá que lidiar la escuadra de Velimir Perasovic hoy en el que supone nada menos que el enfrentamiento número 39 entre ambos conjuntos dentro de la Euroliga. Una situación en absoluto sencilla. Puesto que aunque es cierto que el conjunto griego ha perdido gran parte del potencial y la solidez de los que acostumbraba a hacer gala, no lo es menos que como cualquier depredador gravemente herido cuenta todavía con recursos más que suficientes para convertir a su rival de turno en una más de su larga lista de víctimas. Así pues, el Kirolbet debe ofrecer su mejor versión si no desea acabar convertido también en pasto de las llamas helenas.
Un incendio que, en gran medida, ha sido generado en su propio interior por sorprendente que pueda parecer. El carácter volcánico que tradicionalmente se atribuye a los aficionados al baloncesto griego parece haberse contagiado a los despachos de los directivos rojos y las peligrosas consecuencias no han tardado en producirse.
El origen de la principal de todas ellas hay que buscarlo, como no, en la eterna e incontenible rivalidad que mantienen el Olympiacos y el Panathinaikos, el otro gran transatlántico del mundo de la canasta en tierras helenas. Cada enfrentamiento entre ambos equipos acaba convertido en una auténtica guerra que se prolonga durante muchos días y en la que no tienen cabida los prisioneros. Teniendo en cuenta que están condenados a cruzar sus caminos un buen número de veces cada temporada, no resulta extraño que el nivel de la tensión acumulada se vaya incrementando hasta alcanzar niveles insoportables.
Y es en ese escenario donde la más pequeña de las chispas desata el más furibundo de los fuegos. Algo que ocurrió la pasada temporada durante un choque de la Copa en el que el Olympiacos se sintió gravemente perjudicado por los árbitros y decidió abandonar la pista por orden de su directiva. A esta decisión le sucedió el correspondiente castigo en forma de derrota y pérdida de puntos. Lejos de amilanarse, los responsables del club mantuvieron su postura y tensaron más la cuerda no presentándose a otro partido, lo que derivó, automáticamente, en su descenso a la segunda división.
Una situación completamente desconocida en la historia del Olympiacos y que, evidentemente, tiene una enorme incidencia en su puesta en escena este curso. Porque los jugadores que esta noche pisarán el Buesa Arena no están participando en la liga de su país. Es el filial del cuadro de El Pireo el que disputa este torneo mientras que las estrellas se reservan exclusivamente para la Euroliga. Una medida que ofrece una doble lectura. Por un lado afrontan la competición continental más descansados pero, por otro, también presentan un ritmo competitivo muy inferior. Por no hablar del estropicio económico que supone para las arcas helenas una situación tan atípica como esta.
Por si no fuera suficiente este incendio, el inicio de la competición deparó otro todavía más inesperado. Y es que cuando el equipo únicamente había disputado dos partidos, el reputado técnico David Blatt dejó de estar al mando del timón en el banquillo. Aunque inicialmente se especuló con que su estado de salud -padece esclerosis lateral amiotrófica- tuviera algo que ver, todo apunta a que fueron discrepancias con la directiva las que motivaron su salida de la entidad.
Si a eso se le suma una plantilla en la que sus principales referencias hace tiempo que ofrecieron su mejor rendimiento y unos refuerzos de perfil más que discreto, parece claro que el proyecto que ha asumido el hasta hace poco ayudante de Blatt Kestutis Kemzura no pasa precisamente por su mejor momento. No conviene olvidar, en cualquier caso, que se trata de un coloso, aunque esté en llamas.