vitoria - Desde la concentración de su selección en Bahía Blanca, donde afina estos días su puesta a punto para tomar parte primero en los inminentes Juegos Panamericanos de Lima (Perú) y ya en septiembre en el Campeonato del Mundo previsto en China, Patricio Garino ha reflexionado acerca de su temporada en el Baskonia y de lo que puede depararle a nivel personal el futuro toda vez que acaba contrato con el club vitoriano en junio de 2020. El alero, muy castigado por las lesiones durante sus dos campañas anteriores como azulgrana, acaba de exponer con claridad sus sentimientos y tiene claro que quiere dar continuidad a su etapa en tierras alavesas.

“Me gustaría quedarme en el Baskonia porque es un club de primer nivel, juega Euroliga, compite por los primeros puestos y en Vitoria me siento muy cómodo. La gente es muy cálida. A mí me encantaría quedarme, pero es prematuro hablar de futuro”, desgranó Garino en una extensa entrevista concedida al diario La Capital del Mar del Plata. De su rendimiento el próximo curso a las órdenes de Perasovic dependerá que los rectores baskonistas le trasladen una propuesta para su continuidad que, en principio, el interesado acogería con la máxima ilusión.

En la entrevista, el Pato también lamenta la escasa continuidad de la que ha dispuesto por culpa de problemas físicos de diversa consideración, algo que le ha llevado a tener que recurrir a un psicólogo con el fin de no venirse abajo en el plano mental. En este sentido, el albiceleste asumió que la temporada finalizada de forma abrupta en Zaragoza a primeros de junio estuvo repleta de obstáculos. “Venía de dos años con muchas lesiones y este curso tuve tres seguidas. Me pegaron duro. La frustración fue muy grande, tenía mucha bronca por carecer de continuidad y no demostrar mi potencial durante dos años seguidos en un equipo de jerarquía. No me sentía cómodo, no podía encontrar mi lugar”, lamentó con pesar.

Tan solo en la recta final de la campaña pudo sentirse nuevamente un baloncestista de pleno derecho y entró con relativa asiduidad en los planes del entrenador croata, un hecho que le permitió acabar con un buen sabor de boca en el plano individual. “Lo que vale fue que todo terminó de la mejor manera: con muchos minutos, con un protagonismo en el equipo que no me esperaba. Me dejó tranquilo haber podido demostrar un poco de lo que soy y ayudar al equipo”.

Respecto al pésimo final baskonista con una prematura eliminación liguera incluida, Garino no tuvo reparos en confesar lo que todo el mundo intuía. Es decir, que la plantilla estaba fundida tras los titánicos esfuerzos anteriores. “La cabeza mandaba seguir adelante y las piernas no respondían. Se vio clarito que estábamos exhaustos luego de una campaña tan larga. Ochenta partidos a ese ritmo es muy difícil de mantener”, remarcó el argentino, que también se felicitó por el hecho de que Vitoria “es una ciudad con corazón de pueblo” y alabó “la pasión” de los aficionados azulgranas por el baloncesto. “La gente vive los triunfos con alegría, pero también nos transmite mucha presión”, concluyó.