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Un mérito impagable. Con una rotación más disminuida que nunca, no quedaba otro remedio desde el banquillo que hilar muy fino y manejar las contadísimas piezas a la perfección. Con apenas dos bases, tres exteriores y tres pívots, viéndose obligado a reciclar a Shields como ‘cuatro’ para dar descanso a Voigtmann, el técnico croata extrajo petróleo de sus limitados recursos.
Un guión inesperado. El Martín Carpena se las prometía felices ante las sensibles bajas de Perasovic, pero el Baskonia dio la cara como nunca en las circunstancias más adversas.
Defensa, solidez y acierto. El Kirolbet levantó un muro atrás durante los cuarenta minutos maniatando a los estiletes del Unicaja. La perfecta circulación de balón, la estabilidad en todas las facetas y el colmillo afilado desde el 6,75 hicieron el resto.
Voigtmann, el líder. Sin la sombra de Shengelia, el alemán despertó por fin de su letargo y mostró el camino a sus compañeros con una actuación superlativa. Su primer cuarto fue digno de elogio con puntos, rebotes y asistencias a raudales.
Una de las frases míticas que acuñó Dusko Ivanovic durante su longeva etapa en Vitoria era que con cinco solo jugadores su equipo podía ganar en cualquier lugar. Básicamente hacía falta oponer una buena mentalidad, carácter ganador y toneladas de orgullo. Con ese mensaje tatuado en la frente e inoculado en su cuerpo, el Baskonia extendió ayer el terror en un Martín Carpena convertido en un funeral después de que en los prolegómenos se las prometiese muy felices cuando en la rueda de presentación echó en falta a muchos rostros conocidos del roster vitoriano.
Resultó ciertamente imposible hacer más con menos. Excluyendo los dos minutos de la basura disputados por Miguel González, fueron apenas ocho los guerreros que se partieron la cara en un fortín hasta la fecha inexpugnable en la ACB, pero todos ellos perfectamente adiestrados, comprometidos al cien por cien y con sangre en los ojos para defender la integridad de un Baskonia extramotivado que se sobrepuso con grandeza a los infortunios. El baloncesto se convierte, a menudo, en un juego imprevisible donde numerosos tópicos saltan por los aires.
Más disminuido y debilitado que nunca, el equipo vitoriano se dio un homenaje en la cancha de un rival directo vituperado en varias fases por los suyos con la correspondiente música de viento tras ver cómo era convertido en un muñeco de trapo. Daba la impresión de que el Kirolbet acudía al matadero para ser despellejado por el Unicaja y lo único que deparó, a la postre, la velada en tierras costasoleñas fue un devastador monólogo azulgrana de principio a fin. Ver para creer si se tiene en cuenta que era un choque entre iguales y parecía decantado a favor de los locales ante el terrible parte de guerra de Perasovic.
Los grandes equipos siempre se forjan en los momentos de máxima adversidad y el Baskonia demostró ayer en el Martín Carpena que le sobra orgullo para dar la cara en situaciones límite. Ni el parte de guerra de un visitante que en el último momento también perdió a Granger tras recaer de su lesión en el tobillo, ni su delicado estado anímico después de la reciente derrota ante el Barcelona ni la fortaleza del anfitrión malagueño invitaban al optimismo antes del salto inicial, pero la tropa alavesa hizo trizas todos esos pronósticos previos. Y, además, de forma aplastante.
voigtmann muestra el camino El pesimismo que invadía a los aficionados en los minutos previos se evaporó de raíz ante la determinación, la convicción, la fortaleza mental y la seguridad del Baskonia en sus propias posibilidades. Ningún guión previo hacía presagiar ayer una de las victorias más plácidas de la campaña, pero esta llegó para regocijo de los fieles azulgranas. Entre los incuestionables méritos de una rabiosa segunda unidad, poblada de varias piezas empeñadas en elevar su crédito, y los térribles deméritos de un Unicaja ciertamente ruinoso, el choque discurrió por unos cauces inesperados.
El arranque de partido ya dejó entrever que el Baskonia no iba a rendirse tan fácilmente pese a la epidemia de infortunios y los secundarios de su plantilla estaban dispuestos a reivindicarse. Bajo el liderazgo de un renacido Voigtmann, el Kirolbet enseñó las uñas con un 0-12 inicial que minutos más tarde se vio estirado hasta un inapelable 14-33 ante la incredulidad del personal. Sin la alargada sombra de Shengelia, el poste alemán dio la cara por fin con una actuación superlativa. No solo causó un estropicio al Unicaja con sus tiros abiertos, sino que su consabida visión desde el poste bajo le hizo repartir juego a mansalva para el lucimiento de sus compañeros.
El Baskonia no solo fue un equipo granítico atrás, sino también estable en todas las facetas y preciso desde la larga distancia tras una impecable circulación de balón. Desde los primeros minutos no concedió ni las migajas y le fue comiendo paulatinamente la moral a un anfitrión huérfano de fe que no se levantó de la lona desde el primer golpe encajado en su mandíbula. Voigtmann destapó el tarro de las esencias, pero todo funcionó alrededor suyo como un reloj suizo. Desde la brillante dirección de Huertas y Vildoza hasta la dictadura interior de Poirier e Ilimane, pasando por la pegada de Janning o el despliegue físico de Shields. Nada desentonó mientras el Unicaja manaba sangre sin cesar, se diluía como un azucarillo y veía profanado por primera vez su hogar.
Por fin se sacudió sus fantasmas y pudo reivindicarse con una actuación espectacular, especialmente en el cuarto inicial. A su calidad ofensiva unió una excelente visión desde el poste bajo.