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Un equipo agotado. Algunos jugadores básicos afrontaron demasiado cansados los últimos minutos, en parte porque carece del fondo de armario de Pablo Laso. No protegió a Shengelia al inicio del tercer cuarto nada más cometer su tercera falta, se jugó los minutos calientes con un Vildoza dubitativo y apenas pudo detener el desplome de un Baskonia que se queda contras las cuerdas.
Sin oxígeno. Una canasta de Janning subió el 72-65 al marcador a falta de siete minutos, pero el Baskonia perdió el rumbo desde ese instante y se adentró en un callejón oscuro.
El factor Tavares. El Real Madrid se vio reanimado por el instinto asesino de Carroll, la clase de Doncic y el efecto intimidatoriao del caboverdiano, que levantó un muro atrás y colocó un tapón a Shengelia que enterró las últimas esperanzas.
Muchas deserciones. Las faltas de Shengelia pesaron como una losa, Voigtmann evidenció su precario estado físico, Timma no anotó una canasta en juego y Granger -cero minutos ayer- se mantiene como un expediente X en las últimas semanas.
vitoria - La atmósfera fue única con un público volcado como nunca y el Baskonia opuso toneladas de corazón, pero ambos factores resultaron insuficientes ante un campeón de Europa que encarrila la final. Al equipo vitoriano le abandonaron las fuerzas en el peor momento, se estrelló ante esa muralla llamada Walter Tavares y, por consiguiente, se ha quedado sin margen de error en busca de la cuarta corona liguera de su historia. Con el físico cada vez desgastado, tocado anímicamente tras el duro varapalo encajado ayer y huérfano de los interminables recursos blancos, mañana vivirá su primer match ball en una jornada sin vuelta atrás.
Una tarde-noche celebrada en el marco incomparable de un pabellón lleno hasta la bandera desembocó en un mal trago para el Kirolbet, carente del aliento necesario para dar la puntilla a un Real Madrid que vivió fases de zozobra y estuvo cerca de besar la lona en varias ocasiones. Sin embargo, la tropa alavesa desfalleció a partir del minuto 33 tras una canasta de Janning que cerraba un parcial de 12-0 a favor de los locales y elevaba el 72-65 al marcador. Fue el preludio del descenso a los infierrnos por parte de los exhaustos hombres de Pedro Martínez, que se adentraron en un callejón oscuro y apenas fueron capaces de sostenerse en pie hasta la conclusión.
Sin oxígeno en los pulmones ni la cabeza, el Baskonia acabó sometido por las garras de un Real Madrid más entero y reanimado por el instinto asesino de Carroll o la clase de Doncic. Entre la desesperación de la grada, numerosos ataques caóticos -presididos por una mala selección de tiro- despertaron a los alaveses del sueño de quedarse a las puertas de un éxito embriagador. El gigante Tavares hizo el resto merced a su brutal efecto intimidatorio, padecido especialmente por Shengelia en una penetración que enterró las últimas esperanzas tras un tapón del caboverdiano. Previamente había sido el silencioso escolta de Wyoming quien había silenciado los ánimos del Buesa Arena con ocho puntos determinantes.
ansiedad y desacierto Todavía queda un halo de esperanza, pero a medida que avanza la serie el Baskonia se va empequeñeciendo ante el interminable fondo de armario del que dispone Pablo Laso y también sus propias limitaciones. Voigtmann jugó maltrecho por el esguince de tobillo, las faltas de Shengelia pesaron como una losa, Timma volvió a dar la de arena con ninguna canasta en juego y Granger -cero minutos ayer- se mantiene como un expediente X. Demasiadas deserciones en las filas azulgranas ante un adversario que exige rozar la perfección y, sobre todo, llegar fresco a los minutos calientes.
Nada de eso sucedió para desgracia de un anfitrión reo de una ansiedad perniciosa y supeditado a un acierto exterior que en la recta final brilló por su ausencia. La duda estriba en si quedarán ya fuerzas para sumar dos victorias consecutivas ante un Real Madrid con más recursos y que ni siquiera acusó la mediocre versión de Llull o la escasa tiranía de Doncic hasta la recta final. El esloveno, eso sí, terminó marcando la diferencia con un repertorio total como en él es costumbre.
Enardecido por el aliento de su sexto jugador, el Baskonia arrancó el duelo como un cohete y provocó una alarmante sequía anotadora en su rival con una intensidad desbordante. Más de tres minutos necesitó Carroll para inaugurar el casillero del Real Madrid, que tras acumular desventajas importantes (8-0, 14-5...) poco a poco fue encontrando la fórmula para nivelar un partido de alto voltaje y con los nervios a flor de piel. Ante el bajo momento de primeros espada como Llull, la resurrección merengue tuvo el nombre propio de Thompkins, desequilibrante con su muñeca de seda desde el 6,75.
La crisis le llegó al Kirolbet en un segundo cuarto donde le costó hallar el camino hacia el aro con varios suplentes en liza. En sus peores momentos volvió a sostenerle el elegante Beaubois, de nuevo con pólvora en sus manos tras su errático papel en el segundo duelo. Tras el descanso, se acumularon las malas noticias como la tempranera cuarta falta de Shengelia. Con todo, el conjunto vitoriano resistió con entereza hasta recibir un baño de realismo en siete fatídicos minutos finales donde encajó un parcial de 6-18. En cualquier caso, nadie debe caer todavía en el desánimo.
Tramos de gran lucidez ofensiva que propiciaron interesantes ventajas para el Baskonia. Tras su errático papel en el segundo partido, volvió a ser una amenaza con su fuego triplista.