Por si algún jugador baskonista aún tenía alguna duda, las finales o la clasificación para alcanzarlas continúan ganándose en la cancha. Por muy favorables y claras que sean las expectativas previas al partido y por muy delicado, casi al borde del abismo, que sea el estado anímico y físico del rival, siempre existe esa última bala a la que agarrarse para salvar el cuello. Y a ella precisamente se aferró ayer el Barca para estirar la serie de semifinales hasta su cuarto partido. Y no tanto por lo expuesto sobre la cancha por los catalanes sino por un alarmante demérito baskonista que ayer fue una sombra de lo que pudo verse en los dos primeros partidos en el Buesa. Quizá lo de ayer fue un respiro demasiado peligroso el que se tomó Baskonia como consecuencia de un exceso de confianza o el cansancio mental. O quizá fue el sopapo merecido a un plantel que ya se veía finalista incluso antes de bajar del autobús. De lo contrario, no se explica la actitud de varios jugadores que ayer demostraron no estar ni de lejos preparados para competir a estas alturas del play off.
Sea cual fueran las causas, bien haría el equipo en pasar página cuanto antes y aprender la lección de cara al duelo de mañana, donde se antoja fundamental que Granger, Vildoza y Huertas asuman el control del partido sin tener que llevar siempre cada una de sus acciones hasta el límite -por no hablar de las innecesarias filigranas ejecutadas y perdidas en tramos decisivos del partido- y que en los momentos calientes del duelo aparezcan los nombres que se supone están predestinados a jugarse este tipo de balones. El error de Huertas ayer, cuando a falta de ocho segundos para ganar se deshizo del balón entregándoselo a un Toko Shengelia torpón en el bote que finalmente lo perdió, no se pueden volver a repetir. Como tampoco la falta de rigor defensivo en el rebote o la pésima capacidad ofensiva. 33 puntos anotados por Baskonia en el primer tiempo o el único punto que Voightman anotó en los 26 minutos que estuvo en cancha son dos ejemplos, sencillamente, inaceptables para un equipo que aspira a colarse en la final por el título de Liga. Borrón y cuenta nueva en definitiva como medicina innegociable para encarar mañana otro partido de infarto donde es de esperar que la afición sea testigo del Baskonia más solidario y coral, y no del individualista, miedoso y falto de espíritu que ayer deambuló por el Palau.