vitoria - Ilimane Diop vive el momento más bajo desde su bautismo en la élite con el Baskonia allá por la temporada 2013-14. El senegalés se ha convertido en un pívot prácticamente invisible para Pedro Martínez, cuya confianza en el joven valor surgido de la cantera azulgrana es más bien nula. Lo demuestran las efímeras apariciones sobre la cancha de un jugador que, si bien conserva intactos algunos defectos incorregibles que en ocasiones desaconsejan una continuidad excesiva, lleva camino de caer en el abatimiento más absoluto.

Su autoestima no está hoy en día precisamente por las nubes ante un protagonismo residual que incluso ya causa estupor hasta en las altas esferas de la entidad vitoriana. Inédito en la reciente Copa celebrada en el Gran Canaria Arena, la situación de Ilimane se está volviendo cada vez más delicada en un equipo donde la convivencia de tres hombres altos no resulta nada fácil de manejar por el técnico catalán. Se diría que su vuelta al equipo una vez superada la lesión en un dedo que le dejó fuera de combate por espacio de dos meses ha representado más un problema que una solución para el hombre que pilota el Baskonia desde finales de octubre del 2017.

Con la estadística en la mano, Diop constituye poco menos que una figura decorativa. En los últimos catorce partidos entre las tres competiciones, apenas totaliza 47 minutos, la mayoría de ellos intrascendentes y con el marcador muy decantado a favor del Baskonia. Es decir, ni siquiera una mísera hora en pista en el 2018 para un interior que a su edad (22 años) no puede permitirse el lujo de pudrirse en el banquillo de esta manera.

Con más horas de vuelo que otros canteranos, Ilimane ya ha paseado su gen competitivo al más alto nivel. Ha dejado luces y sombras a partes iguales, pero se halla en un tramo de su carrera donde necesita jugar y saber cuál es su techo en el deporte de la canasta. Si no cambia a corto plazo esta situación, puede replantearse muchas cosas y valorar incluso su marcha a otro lugar donde goce de más continuidad. Los términos de su contrato son desde tiempos inmemoriales uno de los grandes misterios de la caja fuerte de Josean Querejeta.

errores penalizados Dando por sentado que Vincent Poirier o Johannes Voigtmann pueden estar algún peldaño por encima suyo en determinadas facetas del juego, resulta extraño que el cuerpo técnico se resista a hacerle un hueco en la rotación interior. La aglomeración de partidos, el discreto rendimiento defensivo del equipo en ciertos momentos, el paulatino desgaste físico y mental al que se está viendo sometido el Baskonia este ejercicio o incluso la posibilidad de que el alemán se desplace puntualmente al cuatro para liberar minutos en su demarcación no han constituido razones de peso para que Pedro Martínez le conceda la alternativa. “Razones técnicas”, se esgrime para justificar sus reiteradas ausencias.

También anida la sensación de que, en el caso de Ilimane, el barcelonés penaliza mucho más sus errores que los de otros compañeros, con barra libre para permanecer más tiempo sobre la pista pese a que su aportación al engranaje colectivo sea discutible. En definitiva, una falta de química entre ambos que salta a la vista con relativa facilidad y, lo peor de todo, sin visos de cambiar en lo que resta de curso.

Poirier siempre acostumbra a ser el titular en todos los partidos de ACB y Euroliga, mientras que Voigtmann -de nuevo muy desafortunado en la recta final del choque copero ante el Barcelona- suele ser el escogido para disputar los minutos calientes. Entre medias, no hay ningún tipo de espacio para la reivindicación de Ilimane, un poste con un marcado carácter defensivo que la pasada temporada consiguió dar ese paso al frente esperado por todos y enmascaró con su óptimo nivel la fallida apuesta del club por Andrea Bargnani. Sin embargo, ahora ve cómo su rol dentro de la pintura del Baskonia es prácticamente inexistente.