las palmas - La Copa del Rey es una competición en la que no existen las segundas oportunidades y precisamente esa ausencia del red es uno de sus mayores encantos. La guerra abierta en que se convierte cada encuentro no deja prisioneros, únicamente víctimas y vencedores, provocando habitualmente en el caso de los primeros un periodo de reflexión. Y esa es precisamente la etapa en la que por desgracia se encuentra el Baskonia después de despedirse del torneo de Las Palmas a las primeras de cambio. Aunque caer frente a un adversario como el Barcelona puede entrar dentro de lo previsible, que suceda en la ronda de cuartos de final y tras una actuación alejada de la mejor versión supone inevitablente un jarro de agua fría nada agradable. Ahora, es el momento de evaluar sus consecuencias y la dimensión de la onda expansiva.

Porque lo cierto es que el encuentro entre vitorianos y culés sirvió para poner negro sobre blanco varias situaciones importantes en la escuadra de Pedro Martínez. Luces y sombras. Confirmaciones por un lado del valor seguro que suponen algunas de las piezas de la plantilla por un lado pero, también, la evidencia de que existen algunas preocupantes vías de agua que amenazan la estabilidad de la nave.

Entre estas últimas sin duda la más importante es la que tiene a los bases como protagonistas. Pese a contar con tres jugadores para esa posición, el Baskonia prácticamente en ningún momento desde que arrancó la temporada ha encontrado una mínima estabilidad. El más fiable hasta la fecha ha sido Jayson Granger pero cuando el uruguayo no tiene un día afortunado, como sucedió ante el Barcelona, se abre un peligroso abismo bajo los pies del conjunto azulgrana.

Salvo algunos destellos muy puntuales, Marcelinho Huertas no se ha mostrado como un relevo de garantías y, especialmente cuando los encuentros agudizan su vertiente física, sufre mucho. Por último el joven Vildoza es la apuesta de futuro de la escuadra de Zurbano pero, por ahora, todavía está pagando el peaje de su inexperiencia. Para terminar de redondear el complejo escenario, las propias condiciones de Granger le convierten en un base mucho más anotador que generador de juego y director. Lo que lleva al equipo a atascarse habitualmente ante las defensas rivales y tener que recurrir a acciones individuales para romperlas.

Y es ahí donde esta Copa ha servido para iluminar aún con más fuerza a los dos principales argumentos del Baskonia. El capitán Shengelia, con una actuación inconmensurable ante el Barcelona, y Beaubois salen muy reforzados de la cita en su papel de killers azulgranas. Ambos han demostrado que van sobrados tanto de calidad como de carácter para tirar del carro y asumir la responsabilidad con acierto en los momentos más críticos.

Claro que la cuestión que flota en el aire es si estas dos bazas son suficientes para garantizar un resultado esta temporada acorde a la ambición que siempre acompaña al Baskonia. El resto de las piezas del púzle no han logrado deshacerse de la intermitencia que les ha acompañado desde el inicio del curso y a pesar de brillar por momentos atraviesan con demasiada frecuencia fases de notable oscuridad.

¿Algún refuerzo? Con este escenario, el Baskonia debe decidir ahora hacia dónde quiere apostar en lo que resta de competición. Con una ficha de extracomunitario libre y el joven Malmanis como único escudero de Shengelia, tiene ante sí una complicada elección a pocos días de que se cierre el plazo para inscribir nuevos jugadores en la Euroliga. Mantener el equipo tal como está o añadir una pieza con la posibilidad de modificar la configuración del mismo.

Una decisión en absoluto sencilla pero en la que tiene la necesidad de acertar para afrontar con garantías el tramo decisivo del curso. Refirzar la dirección supondría, evidentemente, el sacrificio de alguno de los actuales inquilinos de ese puesto y lo mismo puede decirse del resto de posiciones. Pero, si no lo hace, el Baskonia corre el serio peligro de que las vías de agua continúen ampliándose.