2 Oscar San Martín

vitoria ? Poderosísimo Baskonia y diminuto Olympiacos. Ver para creer en una noche a pedir de boca que agigantó la silueta vitoriana hasta unos límites asombrosos e incluso constató el importante fondo de armario de que dispone Pedro Martínez gracias al soberbio papel de varios secundarios. La roca fue únicamente de color azulgrana ante un visitante fantasmagórico que no dejó su tradicional tarjeta de visita y sucumbió ante el salvaje despliegue local en todas las facetas.

Contra todo pronóstico, el Buesa Arena vivió una plácida velada pese al aterrizaje del visitante más antipático de la Euroliga, en esta ocasión difuminado por completo y una sombra de sí mismo con un hundimiento estrepitoso desde el cuarto inicial. Tras seis duelos consecutivos hincando la rodilla y viendo fantasmas por todas las partes ante un rival que le tenía cogida la medida, el Baskonia se cobró una dulce venganza y rubricó un triunfo conmovedor que, ahora sí, abre de par en par las puertas del Top 8 ante las serias dudas del Maccabi y Khimki, los predecesores en la clasificación con un solitario triunfo de ventaja que todavía deberán desfilar en las próximas semanas por la cancha de Zurbano.

Fue la azulgrana una exhibición pletórica que ni la baja de última hora de Marcelinho por fiebre enturbió. A partir del segundo cuarto, el Baskonia entró en combustión y enrojeció los mofletes a un Olympiacos con más vías de agua que nunca y abandonado tras el descanso cuando la voracidad local en transición y desde la larga distancia subió varios enteros. Nadie hubiese vaticinado una masacre de este calibre tras ese 0-8 inicial que pareció sumergir al anfitrión en el infierno vivido en infinidad de ocasiones ante el gigante heleno.

trabajo coral Esa desventaja tan solo alumbró el colmillo afilado del Baskonia, autor de una de las actuaciones más corales que se recuerdan. Con sangre en los ojos y ante la sorprendente desidia de un forastero sin urgencias clasificatorias y sumido en la autocomplacencia, el equipo vitoriano ofreció un caudal desbordante en cuanto a intensidad, despliegue físico, ambición y recursos baloncestísticos. Una humillación en toda regla al Olympiacos, cuyas vacas sagradas vagaron de mala manera. Con una versión más terrenal de Shengelia pero un plantel enchufadísimo en el que todos aportaron su granito de arena, la afrenta adquirió tintes sangrantes para un Olympiacos lastimoso y mediocre a más no poder que perdió su confianza a medida que iba desperdiciando sencillos tiros abiertos. Para tranquilidad del personal, ni siquiera exhibió espíritu de lucha y vergüenza torera un opulento rival atormentado esta vez por los múltiples golpes de un Baskonia convertido en un torbellino.

El paso al frente de jugadores hundidos en la rotación (Garino o Vildoza), la resurrección de un Voigtmann dominador bajo los aros, la confirmación de Poirier como pívot de altos vuelos, la excelente visión de juego de Beaubois... El azulgrana fue un colectivo con mayúsculas que engulló al subcampeón continental a base de intensidad, calidad y también un ritmo por momentos frenético. El juego insípido del Olympiacos, soporífero, de una cadencia parsimoniosa y con una ceguera que clamó al cielo, recibió el justo castigo por parte de un Baskonia que se vio obligado a remar contracorriente durante gran parte de una primera mitad con poco vértigo y excesivo juego posicional.

Ese ritmo monótono benefició de inicio los intereses de un Olympiacos al que los encuentros trabados y de trazos siderúrgicos le sientan como anillo al dedo. Todo fue un espejismo. En cuanto la tropa alavesa se soltó la melena y lució sus velocistas, la velada entró en otra dimensión. Ante la ausencia de Huertas por gripe, Pedro Martínez buscó la solución de Vildoza para imprimir la mayor viveza posible. El argentino, con sus imperfecciones, cumplió sobradamente a la hora de satisfacer este objetivo.

A falta de munición desde la larga distancia ?el primer triple azulgrana obra de Garino no llegaría hasta las postrimerías del segundo cuarto?, el conjunto vitoriano halló en su peor momento un filón en los hombres altos. Poirier y Voigtmann se hincharon debajo de los tableros, pero la energía insuflada por Garino también resultó vital para voltear la contienda. La desviado punto de mira del Olympiacos, cuyos porcentajes fueron horrendos y que no anotaría ninguna canasta en juego entre los minutos 14 y 20, ayudó eso sí de manera notable. l