- Son ya incontables exhibiciones entre pecho y espalda como para que su cuerpo no pida clemencia en algún momento. Tantísimos kilómetros acumulados en las piernas y un desgaste sobrehumano para superar bloqueos o desembarazarse de los estrechos marcajes de sus rivales pasan factura a cualquiera. Tal es la tralla que, a sus 35 años, el magullado físico de Vasilis Spanoulis empieza a resentirse. Ninguna hegemonía es eterna en el deporte profesional y hasta los grandes iconos como la rutilante estrella del Olympiacos van perdiendo su esplendor con el inexorable paso del tiempo. Por cierto, nada nuevo que no se supiera de antemano.

El Dios griego, de largo el jugador más determinante de la Euroliga durante la última década, ganador en tres ocasiones de la máxima corona y que ha conducido a su actual equipo hacia unas cotas insospechadas, vuelve a pisar mañana un Buesa Arena donde se le teme con independencia de las circunstancias físicas en las que comparezca.

Eso sí, lo hace bajo la perenne sensación en el ambiente baloncestítico de que su mastodóntica figura va languideciendo poco a poco tras dejar un reguero de cadáveres por el camino a las que ha aniquilado sin remisión. Entre ellos, un Baskonia que ha sufrido como pocos la magia de este carismático base-escolta convertido en una de sus bestias negras y obligado a dosificarse con el fin de estirar al máximo una lustrosa carrera presidida por los éxitos con los dos grandes clubes de Grecia.

El de mañana en la cancha de Zurbano será únicamente el séptimo partido de Spanoulis en la presente edición continental. En sus doce temporadas en la Euroliga nunca se ha visto tan martirizado por los problemas físicos como ahora un jugador al que su cuerpo ya le va enviando mensajes de fatiga. La estrella nacida en Larissa se ausentó durante las diez primeras jornadas por culpa de una lesión en su rodilla izquierda que, sin embargo, no pasó excesiva factura al siempre pétreo Olympiacos, capaz de sobrevivir sin su buque insignia gracias a ese encomiable espíritu competitivo que le abandera desde hace años.

el baskonia, su víctima Spanoulis reapareció en la undécima jornada en la victoria helena ante el Real Madrid en la prórroga. Atrás dejaba una lesión padecida el 6 de octubre, justo dos días antes del arranque de la liga griega. Lo que parecía un leve problema físico terminó derivando en algo mucho más grave que le apartaría de la circulación por espacio de casi tres meses. En las dos últimas temporadas tampoco ha gozado de la continuidad necesaria viéndose obligado a parar debido a otros percances de diversa consideración.

Como se dice coloquialmente en estos casos, son los clásicos achaques derivados de la edad que marca el DNI. Llega un cruel momento en que los años no pasan en balde y Spanoulis acostumbra a ser reservado por su entrenador Giannis Sfairopoulos de cara a los momentos calientes de las competiciones.

Con más o menos desgaste, el Baskonia se ha convertido tradicionalmente en una de las víctimas predilectas del griego. Su maestría a la hora de ejecutar el pick and roll ha carecido casi siempre de antídotos. En el último triunfo del cuadro afincado en El Pireo en Vitoria, cosechado el 27 de octubre del 2016 (90-95), se fue hasta los 15 puntos y 15 asistencias con un incontestable control del tempo del partido. En la velada del 7 de enero de ese mismo año, también hurgó en las debilidades azulgranas con 19 puntos que ayudaron al Olympiacos a salir airoso de la cancha de Zurbano (76-82).

Mañana volverá a ser un enemigo público a reducir por la pizarra de Pedro Martínez, necesitado de un plan que reduzca el álgido manantial ofensivo de un jugador que, sin la explosividad ni el talento físico de otros, continúa viviendo de su privilegiado cerebro. Todo el mundo sabe de antemano cómo se las gasta en el bloqueo y continuación o su habilidad en las fintas hacia el lado derecho antes de armar el brazo, pero luego casi nadie es capaz de reducir su enorme ascendencia en el juego.