Durante treinta y nueve largos y densos minutos, Morabanc Andorra y Baskonia habían protagonizado un igualado combate, propio de pesos pesados, en el que se sucedieron los intercambios de golpes que permitían a uno u otro llevar momentáneamente la iniciativa. Es verdad que fue la escuadra azulgrana la que lo consiguió con más frecuencia pero, cuando apenas faltaban segundos para que la campana sonase por última vez, las cartulinas reflejaban una puntuación extremadamente igualada. Y fue precisamente entonces, en el momento de la verdad, cuando el plantel de Pedro Martínez exhibió la enorme potencia de la dinamita que guarda en sus puños.
Apenas dos golpes fueron suficientes para mandar a su oponente definitivamente a la lona. Fueron, eso sí, dos directos letales de necesidad. Pese a que el Andorra trató por todos los medios de continuar protegiéndose y no bajó la guardia en ningún instante, el Baskonia encontró dos resquicios para noquearlo. El primer puñetazo llevó la firma de Toko Shengelia y llegó desde la larga distancia. A falta de 38 segundos para el epílogo y con el Andorra disfrutando de dos puntos de ventaja (94-92), el georgiano lució los galones de capitán para anotar un complicado triple en los instantes finales de la posesión y devolver la delantera a los vitorianos (94-95).
Quedaba todavía un mundo por delante y el conjunto local encajó como pudo este duro golpe y se dispuso a tratar de devolverlo. Para ello, recurrió a la combinación que mejor le había funcionado durante todo el cuarto parcial y, moviendo con inteligencia la pelota, consiguió llevarlo hasta el polaco Karnowski donde es prácticamente imparable. Debajo del aro, el fornido pívot del Andorra se levanto dispuesto a hundir el balón en la canasta con las dos manos. Pero en ese preciso instante, de la nada, apareció un inmenso Poirier para colocarle un espectacular tapón. Un gorro que mandó literalmente a Karnowski al parqué y al conjunto de Joan Peñarroya definitivamente a la lona.